La mayoría de expertos coincide: cuantas más posibilidades tengan los individuos de moverse, más contagios se producirán. Por ello, es necesario que se respeten las restricciones, sobre todo de cara a Semana Santa, para retrasar la posible cuarta ola, al menos hasta tener una tasa de vacunados más alta, que garantice una menor mortalidad en el posible futuro pico de contagios.
La Navidad fue un ejemplo de ello. La movilidad y los viajes entre ciudades y las reuniones familiares provocaron un gran pico de contagios del que todavía se está recuperando el país. Así, los festivos de Semana Santa se han posicionado como el próximo escollo a solventar para evitar una nueva ola. De cara a esta festividad, entre el 26 de marzo y el 9 de abril, se ha decretado el cierre perimetral de todas las comunidades autónomas, con las excepciones de las Islas Baleares y Canarias, donde se podrá viajar con una PCR negativa; el toque de queda entre las 22:00 horas y las 6:00 horas; y un límite de cuatro personas para las reuniones en interiores y de seis en espacios abiertos. En el caso de los espacios privados (casas), solo se recomienda convivientes.
Previsiones: más flexibilidad de movilidad, más contagios
Un informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) publicado en febrero, señala que si bien la mayoría de los países están experimentando actualmente una disminución de las infecciones como respuesta a las intervenciones no farmacéuticas (NPI) como el uso de mascarillas, geles hidroalcohólicos o el distanciamiento social, la introducción y el aumento de la propagación de nuevas variantes de la COVID-19, identificadas por primera vez en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil, han aumentado la preocupación. "Como sugirieron las recientes protestas en algunas ciudades europeas, la fatiga pandémica podría afectar negativamente la aceptación y el cumplimiento continuos de las NPI por parte de la población", destaca el organismo.
Asimismo, señala el estudio, a menos que las NPI continúen, o se refuercen en términos de cumplimiento durante los próximos meses, se puede anticipar un aumento significativo de casos y fallecimientos relacionados con la COVID-19. La flexibilización prematura de las medidas de contención conducirá a un rápido aumento de las tasas de incidencia, la detección de casos graves y la mortalidad.
La viróloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Margarita del Val, señalaba recientemente en una entrevista publicada que "el virus mantiene el mismo mecanismo desde el principio. El Instituto de Salud Carlos III determinó en noviembre que había un 10% de personas que habían pasado la COVID-19, cuando en junio era un 5%, y ahora debemos andar por un 15%. Queda un 85%. Mientras haya tantas personas vulnerables y levantemos las medidas seguirá habiendo olas". Para la experta, la cuarta ola puede llegar a finales de marzo.
A mediados de marzo la ministra de Sanidad, Carolina Darias, explicó que en algunas comunidades autónomas había habido un leve repunte de casos, lo que podría llegar a traducirse en "un posible cambio de tendencia", por lo que pidió a los ciudadanos españoles "la máxima prudencia" para evitar una cuarta ola. Por su parte, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, indicó que cuando se "acerque" el próximo 9 de mayo el Ejecutivo consultará al comité de expertos y, "en función de la prevalencia que tenga la enfermedad sobre los 14 días previos, se adoptarán decisiones y se trasladará si se recomienda la prolongación" del estado de alarma que entró en vigor el octubre pasado.
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Un año a contracorriente
La llegada de una cuarta ola supondría un nuevo golpe para la sociedad en general, pero, sobre todo, para aquellos sectores que ya venían siendo los principales afectados por la crisis sanitaria y que están lejos de recuperar la situación previa al estallido de la pandemia (turismo, comercio, restauración...). De hecho, según los datos de Pulso, la herramienta de Banco Sabadell que permite analizar la evolución de la recuperación, la actividad comercial según el pago con tarjetas en hoteles y viajes en los primeros días de marzo de 2021 representó el 26,54% del mismo periodo del año anterior, cuando la actividad económica aún fluía con normalidad antes del decreto del estado de alarma el 14 de marzo de 2020.
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Primera ola
Fue en marzo de 2020 cuando comenzó la primera ola. Entonces, se desconocían muchos aspectos del virus y, además, escaseaban algunos recursos como las mascarillas o los equipos de protección individual. Su pico de mortalidad se alcanzó el 2 de abril, cuando se notificaron 950 fallecimientos diarios. En este periodo se implementaron las medidas más restrictivas hasta el momento: el confinamiento del país, en el que solo las actividades consideradas esenciales podían seguir desarrollándose.
Un mes y medio después, el 28 de abril, el Gobierno anunció un plan de desescalada que constaba de cuatro fases con el objetivo de recuperar la normalidad social y económica. Una desescalada que concluyó a finales de junio con la mayoría de las medidas más restrictivas desactivadas y con controles impartidos por las regiones en función de la situación epidemiológica de cada territorio.
Fruto de estas limitaciones, el sector servicios ha sido uno de los más castigados. No en vano, en el segundo trimestre de 2020 el producto interior bruto (PIB) cayó un 17,8%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Este retroceso se debió a un descenso acusado del consumo de los hogares (-20,4%) y de las exportaciones y de las importaciones (más de un 29%). Un ejemplo sería la restauración, que, según Pulso, en junio tuvo una caída del 60% de la facturación respecto al mismo periodo de 2019.
Segunda ola
Con la relajación de las restricciones por la llegada del verano, los contagios comenzaron una nueva escalada. En esta segunda ola eran las comunidades autónomas las encargadas de gestionar la pandemia en sus territorios, lo que provocó un impacto desigual tanto en los contagios como en las restricciones y, por lo tanto, en la actividad comercial.
A finales de octubre, los contagios diarios superaron los 23.000 casos. A raíz de esta tendencia, el Gobierno anunció un nuevo estado de alarma extensible hasta el 9 de mayo de 2021, pero muy diferente al anterior. Este nuevo decreto contiene cuatro medidas básicas: toque de queda, restricción de las reuniones a seis personas, confinamientos perimetrales y limitaciones de aforo en lugares de culto. Todas ellas se aplican o no en cada región en función de lo que aprueben los responsables autonómicos.
Junto a la primera ola, esta segunda supuso una debacle sin precedentes para industrias como la del turismo. Según datos de Exceltur, en 2020 se dejaron de ingresar 55.000 millones de euros, hubo más de 700.000 empleos afectados y 65 millones de turistas menos. De hecho, en ciudades como Madrid, el pago con tarjeta de países extranjeros en un mes como agosto representó el 16,45% del mismo periodo del año anterior, según los datos de Pulso.
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Asimismo, según Hostelería de España, la cifra de negocios de la industria hostelera descendió en 2020 un 51,4% respecto al año anterior, con unas pérdidas cercanas a los 67.000 millones de euros. La evolución ha sido asimétrica en función de las dos ramas de actividad de este sector. En la de restauración, los servicios que se pudieron mantener de envío a domicilio en los meses de cierre total, así como una mayor dependencia del consumo nacional, hicieron que la caída media del año, aunque destacada, fuese algo más suave, del 43,6%. Por el contrario, en el caso de los alojamientos, más dependientes del turismo, la caída fue más acusada, del 68%.
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Por su parte, desde la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME) apuntaron que los sectores que más se habían visto afectados por la pérdida de empleo en 2020 fueron el de los servicios (-537.100 empleos), el de la industria (-70.100 empleos menos); el de la agricultura (-11.800); y el de la construcción (-3.700). Desde la organización reiteran que "la situación de las empresas, especialmente de las pymes, es crítica, sobre todo en sectores relacionados con el turismo, la hostelería y el comercio, después de un año de restricciones y paralizaciones de la actividad".
Tercera ola
Como se ponía de manifiesto al principio, la Navidad fue el ejemplo de que la relajación en las medidas de movilidad y de reunión entre personas dispararon de nuevo los contagios, dando lugar a la tercera ola. Así, el 15 de enero de este año se pulverizaron todas las marcas de la pandemia: 40.000 nuevos casos en un solo día. Los números se han mantenido en cotas altas durante varias semanas, en las que las comunidades han vuelto a implementar medidas como el cierre de los interiores en la hostelería, la prohibición de reuniones en los domicilios y el cierre perimetral a nivel autonómico y provincial.
A este respecto, el 45,4% de las empresas estima que recortará su facturación en el primer trimestre de este año y solo el 13,3% espera una mejora de sus ventas, según recoge la segunda edición de la Encuesta del Banco de España sobre la Actividad Empresarial (EBAE). De nuevo, la percepción más desfavorable de la evolución en el primer trimestre se concentra en los sectores más afectados por las restricciones como el de la hostelería, el del ocio y el del entretenimiento.
En cuanto a las perspectivas a corto plazo, las empresas encuestadas por el Banco de España anticipan una mejora para el segundo trimestre. Así, por primera vez desde finales de 2020, las que esperan una mejora de su facturación (32,6%) superan a las que prevén un deterioro adicional (23,2%). La mejora de las expectativas para el periodo abril- junio es bastante generalizada, haciéndose extensiva de manera "muy significativa" a las ramas de actividad que han presentado una evolución reciente más desfavorable, apunta la institución.
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2021, ¿el año de la recuperación?
Coincidiendo con el primer aniversario del estado de alarma, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, declaró que España tiene hoy un "horizonte claro de país: 2021 será el año de la vacunación y la recuperación". En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) augura una notable recuperación en la economía española y mundial. La previsión de la entidad sobre el crecimiento del PIB este año se ha incrementado en siete décimas, hasta situarse en el 5,7%. Por su parte, el 'Panel de Previsiones de la Economía Española' de Funcas, que agrega las previsiones difundidas por una veintena de los más prestigiosos institutos de análisis españoles, recoge un crecimiento para este año del 5,9% tras rebajar en cuatro décimas las expectativas que publicaron el pasado mes de enero.
El rebote, sin embargo, será incompleto. Los riesgos aún no se han disipado: la llegada de una cuarta ola de contagios, un alza en la insolvencia de las empresas, la finalización de las ayudas asociadas a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y a los autónomos, o los retrasos en los procesos de vacunación, meterán presión a la reactivación económica. El Banco de España, por su parte, ya ha rebajado al 6% el alza del PIB ante el retraso de inversiones vinculadas al Fondo de Recuperación Europeo, recortando en 0,8 puntos su estimación de crecimiento para 2021.
La clave de la recuperación está, por lo tanto, en dos factores: la magnitud que pueda tener una nueva ola de contagios y el impacto del Fondo de Recuperación Europeo, también conocido como Next Generation EU. España tiene la opción de acceder a 140.000 millones de euros de los cuales 72.000 millones serán ayudas a fondo perdido. Con esta cuantía, será el segundo país más beneficiado por detrás de Italia.
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