Las elecciones en Estados Unidos (EE.UU.), la conclusión de las negociaciones sobre el Brexit, las tensiones latentes derivadas de la guerra comercial entre Washington y Pekín, la inestabilidad política en muchos Estados miembros o la coyuntura global de bajos tipos de interés. Las bolsas europeas se han visto afectadas por estos y por otros hitos a lo largo de los últimos meses, a los que hay que sumar, por supuesto, el que más impacto está teniendo: las consecuencias de la pandemia global por el coronavirus que, desde hace unas semanas, se está viviendo una segunda oleada de repunte en los casos de contagio por todo el mundo. Una situación de inestabilidad en los mercados que genera incertidumbre, cuando no pánico, entre muchos inversores, pero ante la que hay que mantener la cabeza fría. Y es que, como decía Benjamin Graham, padre del value investing (la inversión en valor), “el mercado es un esquizofrénico en el corto plazo, pero recupera su cordura en el largo plazo”.
Volatilidad creciente
Entre finales de septiembre y la primera quincena de octubre, se sucedieron distintas medidas que comenzaron a implementar algunos gobiernos de, principalmente, países europeos, como la implantación de toques de queda, el cierre perimetral de ciudades y regiones, o la imposición de cierres a comercios y restaurantes. El miedo a un nuevo confinamiento total comenzó a sobrevolar el Viejo Continente.
El previsible impacto económico de estas iniciativas se trasladó casi de inmediato a los mercados financieros, que sufrieron una importante contracción, principalmente, durante la última semana de octubre, anticipando, de este modo, que cualquier posibilidad de salida de la crisis en una recuperación en forma de V parecía una quimera. De hecho, el principal índice mundial para medir el sentimiento de los inversores en relación a la volatilidad que se espera en las Bolsas, el Chicago Board Options Exchange Market Volatility Index (más conocido como VIX) cerró octubre por encima de los 33 puntos, marcando uno de sus registros más altos del año, y haciendo gala del apodo con el que muchos economistas lo conocen: la escala del miedo.
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Mercados a la baja
El Deutscher Aktienindex (DAX), el principal índice bursátil de Alemania, cerró octubre con una caída del -9,44%, con lo que acumuló un retroceso en el año del -12,77%. El país teutón, la locomotora económica del continente, daba a conocer que su Producto Interior Bruto (PIB) correspondiente al tercer trimestre cedía un -4,1% respecto al mismo periodo del año anterior. En paralelo, el Gobierno de Berlín anunció, durante la última semana de octubre, medidas como el cierre de restaurantes, de instituciones culturales y de locales de ocio para frenar la escalada de contagios por la COVID-19 (Francia, por su parte, decidió decretar el confinamiento domiciliario, al igual que Reino Unido). Estas restricciones se extenderán durante un mes y se complementarán con ayudas cercanas a los 10.000 millones de euros para paliar los efectos de la crisis.
A nivel más general, el EURO STOXX 50, índice de referencia en la Eurozona, que incluye a las 50 compañías más importantes por capitalización bursátil, cedió un -7,19% en octubre, con lo que sumó una caída en el año del -20,85%. El retroceso del PIB de la zona euro en el tercer trimestre fue del -4,3%. Estas cifras, sin embargo, no empujaron a Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), a anunciar ninguna medida extraordinaria de estímulo económico, a pesar de que la última reunión celebrada por este organismo, a finales de ese mes, se hizo con todos estos datos encima de la mesa. Tampoco hubo novedades con respecto al Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP), que, en principio, supondrá un desembolso cercano a los 1,35 billones de euros. A nivel ejecutivo, la Unión Europea (UE) continúa inmersa en el proceso de lanzar su presupuesto para el próximo año, junto a la implementación del Fondo de Recuperación Europeo dotado con 750.000 millones de euros aprobado en verano.
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Desde una óptica local, el principal selectivo español, el IBEX 35, aunque finalizó octubre con una caída menor que otros índices europeos, tras ceder un -3,94%, mantuvo el dudoso honor de ser, con diferencia, el ‘farolillo rojo’ en lo que se llevaba de año, con un retroceso desde enero del -32,43%. La incertidumbre en relación al estado de alarma decretado hasta mayo de 2021, que delega la capacidad de imponer restricciones a la población por parte de los gobiernos regionales, se unió a las dudas en relación a la propuesta de Presupuestos Generales del Estado (PGE) presentada por el Gobierno, que, además de contar un notable incremento en la recaudación fiscal, supone un aumento considerable en el gasto público. La prima de riesgo española cerró octubre en los 81 puntos básicos, con el interés en el bono a 10 años en el 0,18%.
Motivos para el optimismo
A pesar de que exista un miedo lógico por la vuelta a las medidas que promueven los confinamientos totales a nivel general, lo que podría, de nuevo, deprimir la actividad económica, existen razones para pensar que su efecto será más limitado que lo que ocurrió, principalmente, durante el segundo trimestre del año. Este hecho, por sí solo, debería servir de estímulo a los mercados para contener sus caídas en las próximas semanas.
Por ejemplo, desde el punto de vista del consumo, parece que el impacto será sensiblemente inferior, gracias a que es difícil de anticipar un parón en la actividad como el experimentado a nivel general por el continente europeo en primavera y porque, además, los consumidores han sabido acelerar su transición hacia el comercio digital a lo largo de los últimos meses. Las sociedades, en paralelo, han aprendido a adaptarse a las medidas de seguridad y de protección sanitarias para acudir a tiendas y espacios cerrados, mientras que, desde el punto de vista de las empresas, muchas de ellas han sabido implementar cambios en sus estructuras contables y en sus sistemas de producción para mejorar su liquidez y evitar potenciales problemas de insolvencia.
Además, parece que los principales bancos centrales de todo el mundo están preparando nuevas acciones de impacto para estimular la economía. El BCE, por ejemplo, tiene muy avanzado un proyecto de nuevo impulso a su programa de compra de bonos de emergencia, que podría aumentar su dotación en alrededor de 500.000 millones de euros. Además, es previsible que implemente en el corto plazo dos medidas más: ampliar la extensión del PEPP hasta finales de 2021 y poner en marcha nuevas condiciones para las operaciones de financiación a largo plazo, mejorando el tipo de interés que se les aplica. Entretanto, el nuevo Gobierno de EE. UU. parece que no tardará en poner en marcha un paquete de estímulos fiscales que, sin duda, supondrá un balón de oxígeno para impulsar la economía global.
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