“Las personas odian las pérdidas. En términos generales, es dos veces mayor la desgracia de perder algo que la alegría de ganar eso mismo (…) La aversión a la pérdida opera como una especie de ‘empujoncito’ cognitivo que nos impulsa a no hacer cambios, incluso cuando estos nos benefician mucho”. Esta es una frase extraída del libro ‘Un pequeño empujón’ (2008) del Premio Nobel de Economía Richard Thaler, considerado como el padre de la economía conductual, disciplina que estudia cómo las emociones y los factores externos —sesgos— influyen en la mente, actuando como trampas a la hora de tomar decisiones económicas y haciendo que se caiga en ellas y se elija el camino incorrecto.
El cerebro trabaja la mayor parte del tiempo en modo automático tomando decisiones basadas en experiencias previas o teniendo en cuenta creencias externas que no tienen por qué ser racionales. Y estos sesgos pueden pesar hasta un 70% en las decisiones, según el análisis ‘El efecto de las emociones en nuestras inversiones personales’, realizado por Banco Sabadell en colaboración con Esade y Diego Valero, Presidente de Novaster. Valero señala en el documento formativo que ante “la evidencia abrumadora de la existencia de sesgos y su enorme impacto en nuestras decisiones financieras conduce a pensar que, como inversores, debemos considerar todos estos elementos psicológicos”.
Existen dos tipos de sesgos: los cognitivos, que inducen a errores de percepción, y los emocionales, en los que influyen nuestro estado de ánimo. Analicemos cuáles son estas “trampas” y cómo afectan a nuestro cerebro.
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POR QUÉ SE TOMAN DECISIONES INCORRECTAS
Los sesgos cognitivos pueden ser de perseverancia de creencias, que tienden a mantener los dogmas, o de errores de procesamiento, que tienen que ver con cómo el cerebro interpreta de forma errónea cierta información que recibe, señala el estudio.
Entre los primeros se encuentra el conservadurismo, por el que hay una querencia a mantener predicciones pasadas, por lo que, si en el pasado se optó por invertir en un producto determinado, se seguirá apostando por él, aunque no sea el más adecuado en determinados momentos. Para más inri, el sesgo de confirmación hace que busquemos o nos fijemos solo en aquella información que reafirma nuestras creencias y que nos hace pensar que nuestra decisión es correcta. Pero no solo eso, el sesgo de ilusión de control también lleva a creer que se controla la situación o se conoce por dónde van los mercados, lo que induce a, por ejemplo, comprar y vender acciones en momentos inadecuados.
También existe la llamada profecía autocumplida o sesgo de retrospectiva con la que se reformula la idea inicial en base al resultado final. De este modo, el “sabía que esto iba a pasar” o “te lo dije” se convierten en conclusiones para justificar inconscientemente los actos.
SESGOS EMOCIONALES O POR QUÉ NOS CUESTA INVERTIR CON OBJETIVIDAD
Los sesgos emocionales son más difíciles de evitar puesto que las emociones son variables y dependen de cada momento concreto, del estado de ánimo y de cómo nos sentimos. A partir de aquí, la aversión a la pérdida es el principal sesgo. Se le da más importancia a las pérdidas que a las ganancias y, por eso, algunos inversores son capaces de mantener posiciones, aunque no les beneficien, con tal de no asumir una pérdida.
La intuición, aunque acertada a veces, puede jugar también malas pasadas por un exceso de confianza. En ocasiones, se le da mucha importancia a la intuición a la hora de tomar decisiones financieras porque en un momento determinado funcionó. En estos casos, es conveniente respaldar esa intuición con hechos y datos más tangibles.
La falta de autocontrol es otro de los sesgos más recurrentes de los inversores y lleva, por ejemplo, a procrastinar, a aplazar una y otra vez decisiones financieras, como la de ahorrar para la jubilación con el argumento de “todavía quedan muchos años por delante”. Aquí influye el ‘status quo’ o lo que es lo mismo: mantener inercias y hábitos.
Uno de los sesgos emocionales más curiosos, según el informe, es el de dotación que hace que se valore más lo que se tiene que aquello que no. De este modo, se mantienen activos porque son más importantes que aquellos que no forman parte de la cartera de inversión.
De este documento también se desprende que el miedo al arrepentimiento es otra de las emociones que juega un papel importante en la toma de decisiones, apostando por el conservadurismo y evitando posibles beneficios en determinadas circunstancias, solo por el miedo a la equivocación.
“Emocionalmente estamos hechos para el disfrute inmediato, no el retardado. No nos visualizamos suficientemente en nuestro “yo futuro” que, en algún momento, tendrá que consumir y lo que no sabemos es si tendremos suficientes recursos en aquel momento. Por eso, el ahorro es necesario”, señala a modo de conclusión Diego Valero, presidente de Novaster, en el Podcast de Banco Sabadell.
SESGOS EN LA INVERSIÓN
La incertidumbre que ahora se está viviendo en los mercados es un caldo de cultivo para que esas emociones de euforia y pánico afecten sobremanera en las decisiones inversoras. Hay que prepararse para la volatilidad de las bolsas, esos vaivenes de las acciones a corto plazo cuyo impacto incomodan al inversor pero que con un objetivo a largo plazo y con una cartera de inversión diversificada se minimiza.
Cuando se dispone de un horizonte temporal amplio, el tiempo juega a favor, es el que permite recuperarse de caídas importantes y el que, con una acertada gestión inversora, hará que el ahorro invertido se revalorice gracias al interés compuesto por el que el capital invertido crece de forma exponencial al ir acumulando sobre la inversión los intereses generados año tras año.
“La fuerza que tiene el interés compuesto, el ahorrar sobre lo ahorrado, es muy importante. Pero también es cierto que neurológicamente se ha situado la percepción del ahorro en la misma zona del cerebro donde se ubica la pérdida, con lo cual, jugamos con un elemento complicado y tenemos que tratar de engañar a nuestro cerebro para poder ahorrar. Y la clave para ahorrar es conseguir que el ahorro no duela”, afirma Valero.
“La recomendación clave es tener el dinero invertido correctamente diversificado y con un nivel de riesgo que debe estar basado en nuestro perfil como inversor, pero siempre teniendo en cuenta cómo nos afectan nuestros sesgos personales”, aconseja Federico Servetto, Director de Estrategia de Clientes de Banco Sabadell, en el mencionado informe.
CÓMO EVITAR CAER EN LAS TRAMPAS DE LA MENTE
Primero con educación financiera. El conocimiento es clave para tomar decisiones acertadas, tanto en hábitos de ahorro como de planificación financiera para vivir con tranquilidad. “La mayoría de las empresas encarga la gestión de sus propios activos a un equipo de expertos internos que cuenta con la ayuda de consultores externos. Pero los participantes individuales suelen hacerlo por sí solos o con la ayuda de un conocido que puede tener intuición, pero que carece de la formación necesaria. El resultado final es parecido a lo que cabría esperar si la mayoría de nosotros intentáramos cortarnos el pelo nosotros mismos: un desastre. La mayoría de la gente necesita ayuda; una buena arquitectura de las decisiones y unos ‘empujoncitos’ bien escogidos pueden proporcionarla”, añade Thaler en su libro.
Por ello, los profesionales desarrollan estrategias de inversión para diferentes perfiles, lo que se conoce como modelos psicográficos donde se incorporan características como la personalidad, los valores, la forma de pensar del inversor… “Estos modelos ayudan a determinar las estrategias y el grado real de tolerancia al riesgo de los inversores. Pero no olvidemos que los factores psicológicos cambian en un mismo individuo en el tiempo, a veces subrepticiamente, y que los ajustes tienen que ser constantes”, advierte el análisis de Banco Sabadell.
Además de conocerse a uno mismo como inversor y saber cómo impactan los sesgos a la hora de ajustar la cartera a la capacidad racional, la planificación financiera asesorada y personalizada con metas concretas es otra de las claves para evitar caer en estas trampas. Esto se logra con un asesor conductual de las inversiones ya que “entiende los objetivos financieros del inversor y sus características, en especial, psicológicas, que son consideradas cuando se crea el plan de inversión”, explica el documento.
“Dejarse asesorar en cuestiones financieras cuenta con ventajas para combatir y limitar los sesgos (…) El asesor evalúa la situación con cierta distancia, lo que le aporta perspectiva, y le ayuda a garantizar un planteamiento más racional a las decisiones de inversión. Además, cuenta con la formación y la experiencia específica, que es la base profesional indispensable para la tarea que realiza”, concluye Servetto.
En otras palabras, al igual que se va al médico cuando se está enfermo o se acude al abogado cuando se tiene un problema legal, a la hora de invertir el ahorro lo recomendable es ponerse en manos de un experto que pueda ayudar a reforzar el propio autocontrol de nuestras emociones.