Aunque pueda parecernos un término muy moderno, el concepto de biotecnología se creó pocos meses después de finalizar la I Guerra Mundial. El profesor húngaro Karl Ereky, que había estado durante algunos años trabajando como especialista en la industria alimentaria, lo acuñó en su obra ‘Biotecnología de la producción de carne, grasa y leche en una explotación agrícola a gran escala de ciudad’, para indicar que la biotecnología es un proceso mediante el cual las materias primas se podrían mejorar biológicamente para convertirlas en productos más útiles para la sociedad, gracias a la intervención de organismos vivos.
Hoy, un siglo después, la confluencia entre los avances en las ciencias biológicas y el desarrollo acelerado de las nuevas tecnologías, como la informática, la automatización y la inteligencia artificial, están alimentando una nueva ola de innovación, que McKinsey, en su informe ‘The Bio Revolution: Innovations transforming economies, societies, and our lives’, encuadra dentro de una nueva etapa de biorevolución a escala global que, en su opinión, tendrá un efecto significativo tanto en las economías del planeta como en las vidas de los ciudadanos, impactando en áreas que van desde la salud y la agricultura hasta los bienes de consumo, la energía y los materiales.
Ética y desafíos mundiales
La biología genética y molecular está llamada a cambiar el mundo, siendo el gen una unidad de información sobre la vida similar a lo que son los bits para la informática. Sin embargo, siempre que se habla de innovaciones en este campo llega un momento en el que la ética entra en escena. Pero sus preceptos no son algo inmutable sino que pueden variar, al igual que lo hacen las leyes cuando una sociedad avanza y cambia. No en vano, a lo largo de la historia el hombre ha modificado animales (cerdos, por ejemplo) y plantas (trigo) para su propio beneficio y, en opinión de la consultora, en un futuro próximo mezclaremos genomas de distintas especies y obtendremos seres que no existían y que nos permitirían logros sorprendentes, y todo ello bajo un prisma de progreso que el contrato social entre los ciudadanos no discutirá.
Con todo, como afirman desde Axios en ‘A coming bio revolution is poised to change the world’, el principal problema que puede derivarse de la manipulación de la biología es que se corre el riesgo de abrir una ‘caja de Pandora’ que podría provocar un daño permanente en la salud de los humanos y de los ecosistemas. Y el desafío estriba en cómo abordar estas amenazas en un contexto global de multiplicidad de sistemas jurisdiccionales y culturales, que dificultan la colaboración y coordinación entre países. Sin embargo, según el texto, estas barreras desparecerán más temprano que tarde y pone como ejemplo la reciente secuenciación completa del coronavirus SARS-CoV-2 gracias al uso de muestras respiratorias de pacientes de todo el mundo, que ha continuado con la rápida introducción de ensayos clínicos de potenciales vacunas, la búsqueda de terapias efectivas y una investigación profunda de los orígenes y los patrones de transmisión del virus.
Ingente alcance potencial
Volviendo al informe de McKinsey, el posible alcance y escala del impacto (directo e indirecto) de las innovaciones biológicas parece muy sustancial, con hasta un 60% de los insumos físicos de la economía mundial que podría producirse biológicamente en la próxima década. De esta producción, en torno a la tercera parte sería material biológico, como la madera, y el resto innovaciones artificiales, como, por ejemplo, los bioplásticos. El impacto económico directo que, según esta consultora, están ya en condiciones de aportar la biotecnología a nivel global es de 4 billones de dólares al año de media durante las dos próximas décadas. Y más de la mitad de este impacto directo podría estar relacionado con la salud humana, gracias a las sinergias en ámbitos como la agricultura y la alimentación, los bienes y servicios de consumo y la producción de materiales y energía. Aunque, advierte el documento, teniendo en cuenta los posibles efectos secundarios, las nuevas aplicaciones que aún están por surgir y los avances científicos adicionales, el potencial total podría ser mucho mayor, y, a día de hoy, es difícilmente cuantificable.
La causa principal de esta ola de desarrollo de la biotecnología, que irá a más en los próximos años, ha sido impulsada, en base a las conclusiones del informe ‘2019 Biotechnology Research Review’, de BCC Research, gracias a la confluencia de avances en la ciencia misma, junto con las innovaciones en informática, en el análisis de datos, en el aprendizaje automático, en la inteligencia artificial y en la ingeniería biológica, que están favoreciendo y acelerando el cambio. De hecho, se afirma en el documento que la apuesta global de más de 3.000 millones de dólares y 13 años para mapear el genoma humano que comenzó en 1990 fue un logro fundamental, pero la verdadera disrupción llegó cuando se volvió más barato y más rápido secuenciar el ADN. Solo en el último lustro, el coste económico de la secuenciación del ADN ha disminuido a un ritmo más rápido que la Ley de Moore, lo que ha ayudado a reducir barreras de entrada para muchas empresas, incrementando el ritmo de experimentación y generando nuevas lecturas de datos, lo que está ayudando decisivamente a comprender mejor la biología en general.
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En concreto, son cuatro las áreas principales de trabajo de los investigadores en la actualidad, y sobre las que hay depositadas mayores expectativas: biomoléculas (el mapeo, la medición y la ingeniería de moléculas); biosistemas (la ingeniería de células, tejidos y órganos); biomáquinas (la interfaz entre biología y máquinas); y biocomputación (el uso de células o moléculas como el ADN para el cálculo).
De todos modos, concluye el estudio ‘Global Bio Industry Trends’, de IBIS World, la actual biorevolución en ciernes podría tener un efecto transformador tan profundo en las cadenas de valor y en el tejido productivo mundial que el único escenario posible es que la sociedad civil, los gobiernos y los encargados de formular políticas se integren con mayor profundidad en los avances biológicos para poder responder a ellos de manera efectiva. De hecho, países como China, Reino Unido y EE.UU. han establecido la innovación biológica como una prioridad estratégica, pero es necesario que las personas comprendan al detalle los beneficios de su uso frente a los potenciales riesgos, ya que, de un modo u otro, su relación con la humanidad irá en aumento para definir un nuevo mapa de sociedad que apenas estamos comenzando a atisbar.