La UE es uno de los gigantes comerciales del mundo. Sin embargo, tras la llegada del ‘huracán Trump’, de la pandemia y con la creciente influencia de potencias como China se ha visto obligada a redefinir su política comercial para hacerla asertiva ante un mundo cada vez más ‘hostil’.
La UE es uno de los gigantes comerciales del mundo. Sin embargo, tras la llegada del ‘huracán Trump’, de la pandemia y con la creciente influencia de potencias como China se ha visto obligada a redefinir su política comercial para hacerla asertiva ante un mundo cada vez más ‘hostil’.La Unión Europea (UE) enseña los dientes ante un mundo crecientemente adverso. Recientemente ha visto la luz una nueva estrategia para hacer la política comercial europea más “firme, sostenible y abierta”, según la Comisión Europea. Este es uno de los campos en los que los Estados miembros ceden más competencias a Bruselas, lo que sitúa el comercio como el buque insignia del proyecto europeo. Es la vía de los 27 para mostrar músculo en el globo, para influir y para exportar sus principios alrededor del mundo.
Pero los turbulentos años anteriores dejan una lección inmediata en suelo comunitario: la UE no puede ser naive ante la creciente influencia económica y geopolítica de actores como China y Rusia. En 2019, las exportaciones europeas se cuantificaron en más de tres billones de euros convirtiendo al continente en el “mayor actor de la escena comercial global”, según el comunicado del Ejecutivo comunitario. Sin embargo, en 2024, el 85% del crecimiento económico global procederá de fuera de la UE. Y Pekín será uno de los epicentros de este impulso con un incremento anual de su producto interior bruto (PIB) del 4,7%, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Además, Europa siente que no puede dar por sentada la amistad con sus aliados tradicionales. La Administración Trump no solo llevó su visión proteccionista al máximo, sino que declaró una guerra comercial al bloque comunitario que se saldó con un intercambio de aranceles a ambos lados del Atlántico. Y lo que es más importante, precipitó la idea de que los europeos deben “tomar el destino en sus propios manos”, como señaló la canciller alemana Angela Merkel, y ser más independientes y determinantes para defender sus valores estratégicos.
Con este telón de fondo, el Ejecutivo comunitario presentó sus líneas maestras para rediseñar su política comercial, con la que espera, también, desplegar sus ambiciones en materia geopolítica, climática y digital. El documento ‘La política comercial europea en un momento de transformación económica e inestabilidad geopolítica: preparando el mundo de 2030’ de la Comisión recoge la preocupación por los crecientes ataques al orden multilateral nacido de la Segunda Guerra Mundial en aras de un aumento de las apuestas unilaterales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió hace unos meses de que las tensiones comerciales suponen una “gran riesgo” para la economía global en tiempos de pandemia particularmente difíciles e inestables.
Reformar las instituciones multilaterales
“Necesitamos un comercio abierto y basado en normas para contribuir a recuperar el crecimiento y la creación de empleo después de la COVID-19. Asimismo, la política comercial debe sostener plenamente las transformaciones ecológica y digital de nuestra economía y liderar los esfuerzos mundiales por reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC)”, aseguró Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión y encargado de Comercio.
Para Bruselas, la reforma de la OMC es una prioridad inmediata con la que busca adaptar las reglas del comercio actual a los nuevos retos emergentes como el comercio digital o el cambio climático. La UE se siente como una de las grandes perjudicadas en sus acuerdos comerciales y está dispuesta a adoptar una postura “más firme y estricta” en la lucha contra el comercio desleal, en el cumplimiento de los estándares sociales y climáticos establecidos en sus pactos con países terceros y en la defensa de las empresas, los ciudadanos y los agricultores.
Impulso ‘verde’ y digital también en el exterior
La transformación ecológica y digital eran las joyas de la corona de la Comisión Von der Leyen antes del estallido de la pandemia del coronavirus. Pero la irrupción de la COVID-19 ha dado un empujón todavía mayor a las dos prioridades de la política europea para los próximos años. Los Estados miembro deben destinar el 37% de los fondos europeos del Fondo de Recuperación Europeo, también conocido como Next Generation EU, a proyectos y reformas que fomenten la sostenibilidad; y el 20% (33% en el caso de España), a la transformación digital.
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Con su nueva estrategia comercial, la UE busca hacer lo propio también fuera de sus fronteras a través de convertirse en la fuerza impulsora de esta realidad en sus acuerdos comerciales con países terceros.
Ya en el pacto con el Reino Unido para definir la relación futura, Bruselas declaró el respeto de sus estándares medioambientales como una de las líneas rojas de su negociación. “Solo se puede combatir el cambio climático de forma abierta, global, con compromiso y cooperación. La UE no puede ganar la lucha contra el cambio climático sola”, reconoce.
En su documento, la Comisión deja patente que el mundo debe actualizar las reglas por las que se rigen sus transacciones a un escenario crecientemente digital y que presenta nuevos desafíos, como las regulaciones sobre propiedad intelectual o sobre inteligencia artificial. De hecho, uno de los primeros pasos que la UE ha dado con la nueva Administración estadounidense de Joe Biden es la propuesta para crear un Consejo Transatlántico sobre Tecnología. “La transición digital y la climática deben ser una prioridad clave en la política comercial bilateral y multilateral”, concluye.