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¿Cuál será el impacto en los salarios tras la pandemia?

06/08/2020

A pesar de las consecuencias económicas de la crisis, muchas empresas están decididas a mantener sus equipos humanos, aunque eso signifique posponer para más adelante potenciales incrementos de sus remuneraciones.

“No es el patrón el que paga los sueldos, él solo tiene el dinero. Es el producto el que paga los sueldos”. De esta curiosa manera despachaba Henry Ford a los críticos de su época, que no entendían por qué se arriesgaba tanto en poner en marcha sus famosas cadenas de montaje para construir el Ford T. Una década después de que el primer vehículo saliera de sus fábricas, llegó a controlar casi el 60% de la producción mundial de coches, con plantas en 11 países.

Casi cien años después, cabe preguntarse por los efectos en el empleo de una crisis que, desde el punto de vista económico, se ha caracterizado por un fuerte shock tanto en la oferta como en la demanda, debido a las interrupciones en las cadenas de suministro y a las obligaciones derivadas del confinamiento casi global. Pero, en donde, por otra parte, la mayoría de las compañías parece que están teniendo un acceso a la liquidez mayor que en otras recesiones, sin ir más lejos en la de 2008, gracias al contexto de tipos de interés cercanos a cero y a la rapidez con que los diferentes bancos centrales han reaccionado.

A pesar de todo, muchas empresas que, al comienzo de la pandemia, intentaron no destruir puestos de trabajo confiando en un rápido desenlace y en una pronta recuperación, ahora se plantean tener que tomar decisiones difíciles en una coyuntura incierta de cara al futuro, pero donde ya se conoce que se tardará más de lo esperado en volver a los niveles de actividad previos a la crisis del coronavirus. Así se afirma en un documento de KPMG titulado ‘Conversaciones: Remuneraciones y la COVID-19’, en el que se subraya que solo una de cada tres compañías en España ha podido mantener su nivel de actividad durante el confinamiento.

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Entre los datos más relevantes, se señala que, alrededor de un 20%, se ha visto obligada a aplicar fórmulas de ajuste en el empleo, principalmente a través de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). Por el momento, apenas un 2% ha tenido que ejecutar un Expediente de Regulación de Empleo (ERE), pero es llamativo que apenas un 5% ha realizado alguna incorporación en su plantilla. Al contrario, la tercera parte de las organizaciones que han participado en el estudio ha asegurado que, por prudencia, han tenido que congelar remuneraciones, cancelar proyectos no esenciales, contrataciones, promociones o incrementos salariales.

¿Mayor flexibilidad?

A pesar de las circunstancias, parece que los salarios aguantarán mejor las consecuencias de esta crisis que lo que sucedió durante la ya mencionada de hace aproximadamente una década. Esta es una de las principales conclusiones del análisis de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ‘El impacto de la COVID-19 en el mercado de trabajo’, donde se afirma que la reforma laboral del año 2012 permitió una mayor flexibilidad que favoreció, por un lado, aumentar la contratación y, por el otro, poder contener los salarios. Se recoge que uno de los elementos que provocó que la recesión de 2008 fuera más contundente en España que en otros países de la Unión Europea fue la elevada ponderación de destrucción de empleo frente a la reducción del PIB (es decir, los puestos de trabajo que se perdían en relación con el descenso de la economía). Para evitar que esto sucediera en el futuro, el legislador optó por adaptar la masa salarial a las condiciones de la economía, flexibilizando y abaratando el despido mientras se favorecía la contratación temporal.

De hecho, parece que la solución de apretarse el cinturón en los sueldos gana terreno entre las estrategias de muchas empresas españolas para los próximos meses, a tenor de los resultados del estudio de Willis Towers Watson ‘Impacto de la COVID-19 en la gestión de personas. Según este documento, el 69% de las entidades reconoce que la pandemia tendrá un efecto negativo relevante en su negocio a lo largo de los seis próximos meses, lo que, en la mitad de los casos, se traducirá en una congelación (o, incluso, reducción) salarial, mientras que apenas un 20% afirma que va a acometer una reestructuración de la plantilla para garantizar su supervivencia.

Sin embargo, advierte este informe, el problema para algunas de estas entidades es que habían acordado con sus trabajadores incrementos de sueldo previamente al estallido de la crisis, lo que es probable que genere tensiones de liquidez y favorezca una política de recursos humanos y de contrataciones futuras mucho más conservadora, al menos hasta que haya un poco de certidumbre sobre las perspectivas económicas. En todo caso, parece que la mayoría de las empresas se encuentra más cómoda reajustando sus costes laborales antes que prescindiendo de parte de sus equipos humanos, porque el mensaje que se lanza a sus stakeholders y a la propia sociedad es mucho más positivo.

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El problema de la desigualdad

Cada vez son más los expertos que alertan de que el principal impacto de la crisis sanitaria en el mercado laboral de todo el mundo será el del aumento de la desigualdad y de las diferencias salariales, principalmente en los oficios de baja cualificación. Así lo revela el estudio ‘The Global Economic Reset—Promoting a More Inclusive Recovery’, del Fondo Monetario Internacional, que afirma que los miembros de la población activa con educación básica son los primeros que se ven afectados a lo largo de la historia en las recesiones, tanto en ingresos laborales como en oportunidades de encontrar empleo. Por el contrario, a medida que los profesionales tienen una cualificación mayor apenas ven incidencias en su situación.

En un país como España, que, de acuerdo con las cifras de la OCDE, tiene una de las mayores brechas en Europa entre la tasa de desempleo de las personas con educación superior frente a las que no tienen la secundaria superior (con cerca del 14%), el riesgo es evidente. De hecho, según los datos de la encuesta de la población activa del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre los años 2011 y 2013, los trabajadores con menor cualificación vieron reducidos sus salarios casi un 1% por ejercicio, mientras los más formados llegaban incluso a mejorar su remuneración un 1% anual. Unas cifras preocupantes de cara a los efectos de la crisis actual, pero que requieren de un seguimiento más especial, incluso, en el caso de los más jóvenes, ya que casi un 18% ni estudia ni trabaja en la actualidad, lo que puede acabar provocando una brecha salarial mayor entre generaciones en un momento en el que, precisamente, es más necesario que nunca contar con el impulso de todos para acelerar lo máximo posible la recuperación.

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