Conocer exactamente los términos y conceptos que se reflejan en la factura es clave para poder reducir el consumo y pagar menos.
Con la llegada del invierno y de manera casi inconsciente, el consumidor asume que la factura del gas subirá. La mayoría de la población la abrirá y fijará su mirada en el importe final. A su alrededor, una serie de términos y cifras que, si bien deberían ser escudriñados con esmero, pasarán completamente desapercibidos en la mayoría de hogares. Un documento aparentemente casi más difícil de descifrar que la letra de un médico.
La factura del gas sigue siendo un misterio para una gran parte de la población, aunque no tanto como la de la luz, que goza de peor fama. Casi todos ignoran el desglose, lo que confirma que buena parte de la población no la sabe interpretar bien. En concreto, según un Panel de Hogares elaborado por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), más de una tercera parte de los españoles (el 34,8%) admite que no la entiende.
La cifra crece hasta el 62% en el caso de los mayores de 60 años. Un ‘idioma’ que tampoco es dominio del consumidor más joven, igualmente acostumbrado a no entender a pesar de ser una factura recurrente que nos acompaña prácticamente de por vida. Sin embargo, conocer los conceptos que se detallan en ella es imprescindible para evitar cualquier error en el consumo y que este se pueda perpetuar en el tiempo.
Desglose de la factura
Por definición e independientemente de la compañía suministradora, las facturas del gas comparten algunos apartados comunes. El primero de ellos, los datos del titular, donde aparecen los datos bancarios. Muchas de las comercializadoras facilitan también un resumen de la factura que suele encontrarse en la parte superior de la factura y que incluye los conceptos básicos: la fecha de la factura, el período de facturación, el número de factura, el número de contrato, la fecha de cargo y el importe total.
Enseguida deberíamos encontrar los datos de facturación. En este apartado se recogen los gastos por kWh y euros de los consumos e impuestos, así como los descuentos vigentes. A grandes rasgos podemos diferenciar entre dos tipos de gasto: por una parte, el fijo del gas, es decir, el importe que paga cada hogar por tener acceso al suministro. Se pagará más o menos en función del consumo de gas anual previsto por la instalación del domicilio.
Por otra parte, tenemos el término de consumo. Cifra que varía según el consumo realizado y que registra el contador de gas correspondiente según la tarifa contratada con la comercializadora. Es decir, si no se produce consumo, sí se cobra el fijo pero no se abona por consumo. En este punto es importante añadir que el contador mide el consumo de gas en metros cúbicos como unidad de medida para cuantificar la energía.
De metros cúbicos a kWh
Sin embargo, el poder calorífico de un metro cúbico (m3) de gas debe convertirse a kWh para poder obtener el precio establecido según la tarifa contratada. La cantidad de m3 se enviará directamente a la comercializadora que será la que establezca la conversación y que es lo que veremos reflejado en la factura. En el caso del gas natural, el factor de conversión es de 11,70kWh/m3.
Otro gasto habitual de la factura es el impuesto sobre hidrocarburos, un impuesto que determina el Ministerio de Industria y que entró en vigor en 2013. Se aplica sobre los kWh facturados y forma parte de la base imponible del IVA. Este último, de hecho, será del 21% a la suma de los conceptos anteriores. En la factura del gas también encontramos reflejado el alquiler de equipos (contador e ICP en régimen de alquiler con la compañía distribuidora) que se multiplica por días.
Mercado libre o regulado
La factura puede por regirse por dos mercados que determinan el precio del kilovatio hora en las facturas: libre o regulado. En el primero, los precios de los términos fijo y de energía se pactan entre la compañía del gas y el titular del contrato de suministro. En el mercado regulado, los precios de los términos fijo y de energía están regulados por el Gobierno.
Según el mismo Panel de la CNMC que citábamos al inicio, casi un 70% de los consumidores desconocen si su contrato se rige por uno u otro mercado. De hecho, un 85% no saben cuál es la diferencia entre el mercado libre y el regulado. En la práctica, el elemento clave del escenario regulado es el PVPC (precio voluntario para el pequeño consumidor) que es diferente según la hora del día y puede registrar ‘horas valle’ y puntas de demanda.
Por último, suele ser común encontrar un pequeño apartado donde consultar la lectura anterior y la actual del contador, la fecha de ambas y cómo se obtuvo su consumo. En este sentido, diferenciamos entre lectura real, donde se refleja la última facturación en base al consumo del contador, la lectura facilitada, según el importe que se facilita a través de alguno de los canales disponibles por la compañía y la estimada, según la media de los consumos anteriores.