La tasa de ahorro de los españoles ha alcanzado su máximo histórico, un escenario en el que los expertos animan a rentabilizar este dinero a través de la inversión. Si los ahorros no generan rendimientos estos perderán valor con el tiempo debido al aumento de los precios.
A pesar del actual contexto económico adverso, muchos ciudadanos han podido extraer algo positivo de esta crisis. La tasa de ahorro se ha situado en su máximo histórico gracias a la contención del gasto. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), los hogares españoles alcanzaron una tasa de ahorro del 14,8% en 2020, como consecuencia de las restricciones que se aplicaron durante todo el año para la detención de los contagios por coronavirus.
Este escenario, puede resultar una buena oportunidad para realizar inversiones bien planificadas que ayuden a rentabilizar el dinero ahorrado, aunque es importante analizar con detenimiento algunos factores externos como la inflación y los productos financieros disponibles para evitar que pierda valor. En el primer trimestre de 2021, los precios se han disparado. El índice de precios al consumo (IPC), el indicador que mide la variación de los precios de una cesta de bienes y servicios, subió hasta el 1,3% en marzo, su mayor nivel en casi dos años. Este encarecimiento se debe, principalmente, al aumento del precio de la electricidad y el de los carburantes.
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El principal desafío de los ahorradores es encontrar el momento y el producto adecuado para realizar sus operaciones financieras. Algunas alternativas son los depósitos, aunque pueden ser insuficientes a la hora de sucumbir a los efectos de la inflación. Con los tipos de interés actuales para las cuentas corrientes, la rentabilidad en estos momentos es reducida. Por tanto, tener el dinero inmovilizado no es la opción más aconsejable, ya que es una posición muy arriesgada. El dinero, por lo general, pierde valor con el tiempo debido a la subida de los precios de los productos.
La realidad es que los ahorradores más conservadores tienden a buscar el momento adecuado para rentabilizar su dinero. En la actualidad, los indicadores económicos parecen anticipar una recuperación de la economía de los niveles pre-COVID-19. Como sucedió en la crisis de 2008, España ha registrado en el último año una inflación negativa debido a una caída de la demanda interna, pero 2021 se ha estrenado con un cambio de tendencia. Como se ha mencionado, el IPC registró un crecimiento mensual del 1% en marzo, hasta situar la tasa interanual en el 1,3%, según los datos del INE. En el primer trimestre los precios subieron por primera vez desde febrero de 2020, impulsados por el encarecimiento de la electricidad y de los carburantes.
Es un repunte significativo puesto que no se alcanzaba una tasa tan elevada desde abril de 2019, cuando el IPC se situó en el 1,5%. La tasa interanual de la inflación no registraba una subida similar (de 1,3 puntos) desde finales de 2016, cuando pasó del 1,6% en diciembre de ese año al 3% en enero de 2017. Por su parte, la tasa de variación anual estimada de la inflación subyacente (índice general sin alimentos no elaborados ni productos energéticos) se mantiene en el 0,3%, con lo que se sitúa un punto por debajo de la tasa del IPC general.
¿Cómo afecta la inflación y la deflación a los ahorradores?
La pandemia de la COVID-19 ha provocado una profunda crisis económica y social tanto a nivel internacional como nacional. España cerró 2020 con un déficit del 10,09% del producto interior bruto (PIB), según los datos presentados por el Gobierno. Sin embargo, las previsiones sitúan al país a la cabeza de la recuperación económica en Europa, tras haber sido uno de los más golpeados por la pandemia. En concreto, la economía española crecerá un 5,7% este año, únicamente superada por Francia, si bien el avance esperado para 2022 es de un 4,8%.
En este contexto, los ahorradores deben valorar el riesgo y las oportunidades que pueden surgir en los próximos meses. Una tasa de inflación a la baja permite mantener el poder adquisitivo, pero puede ser una señal de la debilidad de la demanda, ya que los consumidores retrasan sus decisiones de compra y los inversores dilatan sus operaciones financieras. Según los expertos, una deflación, es decir, una inflación negativa, tiene efectos negativos en la economía de un país, como la congelación de los salarios y una menor demanda de productos. En cambio, el gran riesgo de la inflación es la pérdida de poder adquisitivo que puede hacer mella en los ahorros de los particulares.
De ahorrador a inversor: perder el miedo a invertir
Las previsiones económicas a medio y largo plazo dibujan un escenario idóneo para que los ahorradores pongan a ‘trabajar’ su dinero de cara a obtener una mayor rentabilidad. Como alternativa a las cuentas corrientes, que tradicionalmente han sido las opciones mayoritarias de los ahorradores, están los fondos de inversión, que permiten rentabilizar el capital. Para dar ese paso es importante que los inversores compongan su propia cartera de activos para reducir el riesgo, planifiquen bien sus inversiones, se planteen un objetivo de rentabilidad y definan un umbral de riesgo asumible.
Los expertos insisten en que no es recomendable tener el dinero inmovilizado y es importante complementar el ahorro con la inversión. Son tiempos de replantearse cómo se puede construir el futuro y establecer los objetivos adecuados para alcanzar las metas que se marcan los ahorradores. “Los tipos de interés están en negativo y van a seguir así en los próximos años, rindiendo poco o nada en estos productos [como son los depósitos o las cuentas corrientes]”, asegura Teresa Cabasés, de la dirección de Banca Personal de Banco Sabadell, en el Podcast de Banco Sabadell.
A su juicio, quedan muy lejos los plazos fijos con rentabilidades elevadas en los que apenas se asumen riesgos. Por esta razón, Cabasés anima a los ahorradores a combinar la rutina del ahorro con la inversión, aunque la decisión va a depender del tamaño de los ahorros, del tipo de ahorrador y de los riesgos que decida asumir. “Debemos plantearnos invertir en fondos de inversión, adaptando la inversión a los objetivos de rentabilidad y estableciendo un horizonte temporal que irá en función del riesgo que se quiera asumir. Dejando, por supuesto, una parte de nuestro ahorro para cubrir imprevistos, que es aconsejable tenerlo en productos con garantía de capital”, apunta esta experta. “Hacer pequeñas inversiones de manera periódica es la mejor forma de reducir el riesgo. El consejo es que aunque tengas poco, si no lo necesitas, invierte; porque hay productos de inversión adaptados a todos los perfiles de riesgo”.