Un resultado negativo en la declaración de la Renta significa que el contribuyente recibe un dinero que puede destinar a distintas alternativas, incluso a mejorar su patrimonio potencial en el largo plazo. La planificación y el asesoramiento son claves para lograrlo.
Desde el 7 de abril y hasta el 30 de junio tiene lugar la campaña de la Renta 2020. En los últimos años, según datos de la Agencia Tributaria, alrededor del 70% de las declaraciones que presentaron los contribuyentes salieron a devolver. El resultado que se obtiene en cualquier declaración de la Renta es la suma de todos los rendimientos del trabajo que ha tenido una persona durante un año fiscal junto a los rendimientos del ahorro. Sobre los primeros se implementan una serie de reducciones (como puede ser la inversión en planes de pensiones) para, posteriormente, restarles algunos conceptos como, por ejemplo, si se tienen hijos o personas a cargo, o el mínimo personal.
La cifra final permite conocer la base liquidable, sobre la que se aplica el tramo del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) correspondiente, pudiéndose después, si procede, restar las deducciones a las que tenga el derecho el contribuyente. El número final se compara con las sucesivas retenciones en la nómina que ya se han ido aplicando a la persona en cuestión a lo largo del ejercicio. De ahí puede salir una cifra positiva o negativa. Si es positiva, quiere decir que el resultado es a ingresar, o, lo que es lo mismo, que el contribuyente titular de esa declaración de la Renta tendrá que abonar el dinero correspondiente para cumplir sus obligaciones con Hacienda.
En cambio, si ese número es negativo, es a devolver, es decir, que esa persona recibirá un determinado capital. En este caso, y con independencia de la cuantía, es importante conocer las opciones que existen para sacarle el máximo partido de acuerdo con la situación financiera particular de cada uno.
Las crisis, las mejores amigas del ahorro
La teoría económica afirma que, en los momentos de incertidumbre, las familias tienden a ser conservadoras y privilegian el ahorro por encima de las decisiones de compra. La crisis económica derivada de la pandemia del coronavirus no ha sido una excepción, más bien al contrario, ya que las restricciones a muchas actividades y a la movilidad han provocado un desplome en el consumo. Tanto es así que, durante el segundo trimestre de 2020, la tasa de ahorro de las familias en relación a su renta disponible rompió su techo histórico, hasta el 31,1%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Tal y como certificó el Banco de España en un análisis, el confinamiento resultó el elemento clave para explicar esta magnitud, ya que, durante el tercer trimestre de ese año, es decir, después de la desescalada, la tasa de ahorro menguó su crecimiento al 4,8%.
Sin embargo, las familias siguieron confiando masivamente su ahorro hacia los depósitos y la liquidez, que crecieron en 2020 alrededor de tres puntos. De hecho, a finales del tercer trimestre, el total de activos financieros se situó en 2,31 billones de euros, es decir, 76.000 millones menos que en el mismo periodo del año anterior, situando a España como uno de los países con menor nivel de activos financieros per cápita de Europa, según la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), con un 16% sobre el ahorro total, mientras que en naciones como Irlanda o Países Bajos ronda el 50%.
En un contexto de bajos tipos de interés, apostar por activos con un riesgo muy bajo, como los depósitos o la renta fija, o, directamente, por aumentar la liquidez en la cartera, dificulta la tarea de conseguir batir la inflación y, con ello, no perder dinero ni patrimonio. Por ello, una buena opción si se recibe un dinero extra tras presentar la declaración de la Renta puede ser la de invertir en activos con un riesgo más elevado y, por lo tanto, que permitan optar a una rentabilidad potencial mayor, aunque no es la única posibilidad que se puede llevar a cabo.
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Distintas alternativas
Al igual que suele ocurrir con otros ingresos que llegan de manera inesperada, como un premio de la lotería o una herencia, muchas personas lo primero que piensan es en ‘tapar agujeros’, como reducir la cuantía de la hipoteca o del préstamo que lleva años condicionando la economía familiar. En esta línea, también es frecuente aprovechar para realizar esa reforma en el hogar que siempre está pendiente. Por supuesto, otros deciden afrontar el primer plazo de una gran compra, como puede ser un coche o una segunda residencia.
Más allá de estas opciones, es posible utilizar el dinero recibido de Hacienda para mejorar la salud de las finanzas, quizá pensando en optar a una mayor rentabilidad en el largo plazo para complementar, en el futuro, la pensión pública que se reciba con otra serie de ingresos. En este sentido, posiblemente, la mejor elección sea apostar por un plan de pensiones, tanto abriendo uno, como invirtiendo un mayor capital en él si ya se es partícipe. Además, con este capital extra se podrá establecer un ahorro periódico para hacer contribuciones mensuales a este producto.
Cabe recordar que, además, las contribuciones a los planes de pensiones gozan de ventajas fiscales, lo que quiere decir que, de cara a la declaración de la Renta del año siguiente, puede que sirva para que, de nuevo, salga a devolver. En la actualidad, después del cambio legislativo que tuvo lugar a finales de 2020, lo máximo que permite la ley para poder desgravar en los planes individuales es 2.000 euros anuales o el 30% de los rendimientos netos del trabajo. También es posible utilizar el dinero para el plan de empleo, si la empresa en la que se trabaja dispone de uno, que, igualmente, permite poder desgravarse ese dinero, pero, en este caso, hasta un máximo de 8.000 euros o hasta el 30% de los rendimientos del trabajo.
Otra posibilidad desde la óptica financiera es aprovechar esa nueva liquidez para analizar la cartera de inversión y valorar si se debe apostar por otro tipo de activos y, con ello, tener un porfolio más diversificado. O, directamente, aumentar el patrimonio que se gestione, por ejemplo, en acciones, en participaciones en fondos de inversión y en activos de renta fija. En cualquier caso, si se quiere optar por una estrategia de gestión activa, quizá lo más oportuno sea recurrir a la ayuda de un asesor financiero.
A medio camino entre un fondo de inversión y los activos más conservadores se encuentran los ETF, también llamados fondos cotizados, que tienen el objetivo principal de replicar un índice, imitando el comportamiento de los valores que forman parte de ese selectivo. Sin embargo, a diferencia de un fondo de inversión, las participaciones de un ETF cotizan en bolsa y se compran y se venden en el mercado bursátil.