La economía gig hace referencia a un modelo de empleo basado en trabajos esporádicos y de corta duración en los que el contratado se encarga de una parte específica de un proyecto. Es un término muy ligado a la economía colaborativa y al trabajo freelance.
El trabajador gig es, efectivamente, un autónomo, pero con algunas peculiaridades. Analizamos en qué consiste este sistema y qué nuevos retos y oportunidades se le presentan en la nueva normalidad.
Trabajos puntuales y sin exclusividad
Una de las principales diferencias entre un autónomo o freelancer y un trabajador gig es que estos últimos se encargan, a menudo, de colaboraciones mucho más puntuales. Otra es que suelen ser contratados a través de plataformas y apps en las que ofrecen sus servicios.
“Con el empleo gig asistimos a una nueva forma de trabajo atípico que transforma los modelos de empleo temporal o a tiempo parcial”, explica el profesor Joan Torrent-Sellens, catedrático de economía y director del Grupo interdisciplinario de investigación sobre las TIC en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Son trabajos que no involucran una relación formal entre empleador y empleado, de manera que se originan empleos considerablemente menos estructurados, tremendamente flexibles y alejados de los estándares habituales”.
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El término gig hace referencia a la jerga musical, concretamente a los ‘bolos’ con los que los artistas de jazz se ganaban la vida cobrando tras cada actuación. En lo que se refiere a la economía, fue acuñado por primera vez por la periodista estadounidense Tina Brown para referirse a trabajos basados en pequeños encargos.
Pronto pasó a relacionarse con un tipo de trabajo precario, como el de los riders (los transportistas de empresas como Glovo o Deliveroo) y a soluciones como Uber y Airbnb. Sin embargo, el término es mucho más amplio, y abarca desde estos trabajadores que ofrecen sus servicios en apps hasta profesionales cualificados que viven de proyectos bien pagados, como los creativos e informáticos de Silicon Valley. Si se enfoca de la manera correcta, este sistema de trabajo podría traer ventajas tanto para empresas como para trabajadores, sobre todo, teniendo en cuenta los cambios que ha traído la pandemia al entorno laboral.
La dualidad de la economía gig
“Por un lado, la economía gig podría representar una oportunidad para dar cabida a la conciliación laboral, la autonomía y el control de la propia carrera profesional”, plantea Torrent-Sellens. “Del mismo modo, ofrece oportunidades para la creación de empleo en regiones desarrolladas, pero alejadas de la actividad productiva, o para ofrecer mejores salarios a colectivos específicos de trabajadores en economías en desarrollo”.
Sin embargo, conlleva también un riesgo. “Empieza a parecer indiscutible que las plataformas digitales han ayudado a acelerar nuevas tendencias en el empleo temporal y están contribuyendo al nacimiento de una nueva clase de trabajadores a demanda o ‘personas como servicio’”, explica. Esto plantea un desafío: evitar que acaben generando trabajo precario.
En los últimos años se ha mantenido un importante debate acerca de los derechos laborales de los trabajadores puntuales, que se encuentran desprotegidos y suelen enfrentarse a bajas remuneraciones; Y, con el confinamiento y ante trabajos como el de los riders, el debate ha cobrado todavía más protagonismo en la sociedad. Además, y como señala el profesor de la UOC, en la mayoría de ocasiones la gig economy “solo ofrece formas alternativas de ingresos, más que ingresos como actividad principal”.
Esta realidad puede cambiar tras este momento de transición que marca la nueva normalidad. Y es que el confinamiento también ha avivado otro tema candente: la necesidad de digitalizar los sectores y las empresas. “Hemos empezado a constatar que la transformación digital es un muy buen instrumento para impulsar la recuperación”, señala el profesor Torrent-Sellens. Una realidad que puede favorecer la implantación de la economía gig de forma positiva para ambas partes.
La economía gig para las empresas
Aunque suele relacionarse con grandes corporaciones, lo cierto es que las pequeñas y medianas empresas también pueden sacar partido a esta tendencia. En primer lugar, porque permite acceder a una red de talento muchos más amplia a la hora de sacar adelante proyectos relacionados con la tecnología y el mundo digital.
Contar con trabajadores gig permite hacer frente a picos de trabajo sin tener que aumentar la plantilla de forma temporal y contar con empleados que tienen sus propias herramientas y materiales.
Pongamos un ejemplo: una pequeña empresa textil necesita actualizar su catálogo online con nuevas fotografías. En lugar de contratar un fotógrafo en plantilla o asignar la tarea a alguno de sus empleados para que la combine con su trabajo diario, contacta con un trabajador independiente y especializado que se encarga de hacerlo. De esta forma ahorra tiempo y costes y gana en competitividad.
“La posibilidad de adquirir este tipo de trabajo especializado a través de servicios de plataforma sin contratación puede transformar la organización del trabajo en las empresas”, señala el profesor de la UOC. Y añade que, a diferencia de las grandes corporaciones, las pymes pueden hacer mucho para evitar algunos riesgos que se plantean en las relaciones de trabajo gig. “A través de la proximidad, la flexibilidad y la personalización, los gigers de una pyme-plataforma pueden establecer relaciones duraderas de empleo de calidad. Sin duda, esta es la evolución del clúster de empresas pequeñas y puede ser de mucha utilidad en el contexto post-COVID-19”.
El lado del trabajador
Para los trabajadores autónomos, la economía gig permite diversificar clientes, elegir los proyectos, definir tarifas y ganar en autonomía y flexibilidad. Algo que las nuevas generaciones, de millenials en adelante, valoran cada vez más.
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“Las personas que obtienen trabajo a través de estas plataformas, generalmente jóvenes, valoran la capacidad de la economía gig para aportar ingresos alternativos y estiman que en un futuro próximo pueda convertirse en su principal fuente de ingresos. Así mismo, valoran la autonomía para gestionar las tareas a realizar”, explica Torrent-Sellens.
Pongamos el ejemplo inverso: un fotógrafo profesional que prioriza poder organizar su tiempo y elegir los proyectos en los que participa. Las plataformas le permiten entrar en contacto con potenciales clientes, encontrar diferentes proyectos y elegir cuáles se adaptan más a su tiempo y sus objetivos.
Los grandes problemas de este sistema de empleo son la precariedad y la inestabilidad. “A pesar de esta posibilidad de completar ingresos, los trabajadores de plataforma se muestran preocupados por la seguridad de sus ingresos, la precariedad del empleo y la desprotección de sus relaciones laborales”, señala el profesor.
Garantizar condiciones apropiadas para los trabajadores gig puede generar una situación favorecedora tanto para ellos como para las empresas. Lograr el equilibrio entre oportunidad y riesgo, señala el catedrático de Economía, depende de un conjunto de factores personales, económicos, sociales, institucionales, culturales y políticos.
Uno de los puntos principales para lograr este equilibrio es entender que estos trabajadores no obtienen beneficios más allá del pago, por lo que sus tarifas suelen ser más altas por hora que las de los asalariados.