Mientras el coronavirus sigue avanzado alrededor del mundo, los Gobiernos europeos empiezan a trabajar en cómo afrontar la próxima fase: la reactivación de la economía, que debe iniciarse en el momento preciso para no volver a desatar nuevos brotes del virus. De momento, las medidas de confinamiento y suspensión de actividades no consideradas esenciales se mantienen activadas en la mayoría de países europeos.
Las directrices de Bruselas son claras: una salida gradual y coordinada del confinamiento. Sin embargo, algunos estados miembro ya se han desmarcado de sus vecinos europeos. Es el caso de Austria, Dinamarca y República Checa que han empezado a levantar progresivamente las restricciones contra la expansión del virus. Incluso Italia ha iniciado este proceso con la apertura de librerías. Lo han hecho en un momento en el que la Unión Europea remarca la importancia de ir coordinados a pesar de que la pandemia avance de forma distinta en los territorios.
“La falta de coordinación en el levantamiento de las medidas restrictivas podría tener efectos negativos en todos los estados miembros y probablemente derivar en fricciones políticas”, señala el borrador presentado ayer por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Los criterios que Bruselas pone sobre la mesa son tres: la bajada del número de contagios durante un tiempo prudencial, la capacidad de los sistemas sanitarios para atender a los enfermos y la posibilidad de realizar test a la población.
De todos modos, la última palabra es de los Gobiernos nacionales, que son quienes cuentan con competencias en materia sanitaria. Las líneas trazadas por el Ejecutivo comunitario en su hoja de ruta funcionan únicamente como recomendaciones. Entonces, ¿en qué deben basarse las instituciones para desarrollar una estrategia sólida de salida del confinamiento?
Para empezar, en toda crisis es fundamental ser consciente de los posibles riesgos. Mantener las prohibiciones durante un largo periodo podría afectar a los suministros de alimentos y a las disposiciones de atención médica, pero levantarlas demasiado pronto podría desatar una nueva oleada de contagios.
Lo que significa que si no detenemos la epidemia a tiempo, el número de muertes seguirá aumentando. Pero a la vez, si los intentos de detenerla desgastan a niveles irreparables la economía, podrían provocar un fuerte daño en los medios de vida de las personas a medio-largo plazo. Es de hecho una de las principales conclusiones del reciente estudio publicado por la consultora McKinsey y titulado ‘How to restart nacional economies during the coronavirus crisis’ que pone sobre la mesa el debate: ¿salvar vidas o medios de vida?
El ejemplo chino
La experiencia de China y otros países asiáticos nos dice que la clave está en el equilibrio. El gigante asiático que sufrió su primera contracción económica en décadas durante el primer trimestre del año lleva la delantera en el desarrollo de esta crisis sanitaria. Después de que el gobierno de Beijing levantara las medidas drásticas para contener la propagación del coronavirus, China se embarcó en un plan agresivo para salvar su economía.
Lanzar políticas y campañas con el propósito de incentivar a las personas a volver al trabajo, estimular la confianza empresarial y proteger a la mayor cantidad posible de empresas. Para ello, Beijing invirtió una gran cantidad de recursos en suministros médicos y tratamientos, a la vez que en infraestructura para la generación de empleos.
Antes de pulsar el botón de reiniciar debemos fijarnos en dos indicadores clave: el número total de casos y en la fortaleza del sistema para detectar, gestionar y prevenir los nuevos. Las medidas deben liberarse cuando las sociedades estén preparadas para garantizar una buena atención médica y para ello los sistemas de salud pública deben ser lo suficientemente fuertes como para detectar y responder a nuevos contagios.
El mismo estudio indica que es posible que las medidas deban aplicarse de forma nivelada en los diferentes territorios según el grado de afectación. Las restricciones podrían empezar a flexibilizarse primero en lugares con bajas tasas de infección o con un riesgo reducido de transmisión, como las comunidades rurales, y luego en el resto de territorios.
Son las primeras pistas de esa estrategia de reactivación que está por llegar. Lo cierto es que las líneas de actuación de China están marcando el camino para trazar nuestro propio plan. Sea como sea, la anticipación en todos los ámbitos es fundamental para que esta nueva fase a la que nos enfrentamos se desarrolle con éxito. Así lo indicaron los expertos encargados de elaborar el informe de McKinsey: “La planificación de esta transición debe comenzar de inmediato en la política, la administración, las empresas y otras organizaciones”.