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Qué filosofía de inversión escoger: crecimiento vs valor

26/10/2020

La actual coyuntura en los mercados, sumergidos en una mayor volatilidad e incertidumbre, invita a muchos especialistas a optar entre distintas estrategias para intentar encontrar oportunidades y lograr, con ello, una mayor rentabilidad.

El británico Benjamin Graham, apodado el decano de Wall Street, fue uno de los gurús financieros más reputados del siglo XX. En 1949, publicó El inversor inteligente, del que Warren Buffett llegó a decir que se trata del “mejor libro sobre inversión jamás escrito”. En esta obra, desarrolló un concepto que, si bien, se venía aplicando desde algunos años atrás, faltaba todavía por definirse de un modo más preciso: el value investing, o inversión en valor. Esta estrategia consiste, a grandes rasgos, en apostar por compañías cuyas acciones cotizan con un margen de seguridad elevado sobre su valor. O, dicho de otro modo, empresas que, tras ser analizadas por los especialistas, se estima que poseen un valor superior al precio que se pide por ellas en los mercados financieros.

Una de las premisas clave de esta filosofía de inversión es que, en plazos de tiempo cortos, los ahorradores, como personas humanas que son, con sus miedos y sentimientos, pueden no tomar las decisiones más racionales posibles, por lo que compran o venden acciones sin tener en cuenta criterios lógicos y objetivos (como, por ejemplo, los que pueden aportar los análisis que elaboran los expertos o las recomendaciones de los asesores financieros). De esta forma, se generan lo que se llaman ineficiencias en el mercado. Como consecuencia de esta realidad, los inversores value pueden encontrar compañías de calidad que están cotizando con descuentos importantes con respecto a su valor real.

Medido en periodos de tiempo largos, la bolsa tiende a corregir estas incidencias derivadas del corto plazo y graduar, en su justa medida, a este tipo de empresas, hasta tender a alcanzar su valor intrínseco, de modo que este tipo de accionistas se benefician si son pacientes y son capaces de evaluar sus inversiones en ciclos periódicos de extensa duración. Durante la volatilidad vivida en los mercados como consecuencia de la crisis sanitaria global derivada de la pandemia del coronavirus, los ahorradores value han tenido que incidir, más si cabe que en otras coyunturas, por el estudio de los análisis fundamentales de las organizaciones cotizadas, adoptando una actitud sosegada y una vocación largoplacista.

Los inversores value tratan de encontrar compañías de calidad que estén cotizando con descuentos importantes con respecto a su valor real

Todo un reto habida cuenta de la incertidumbre generalizada y la oscilación en los precios de muchas acciones, pero que, pensando con la cabeza fría, ha permitido que surjan oportunidades de compra en distintos sectores, especialmente en aquellos muy pegados al ciclo económico, y que han sido muy castigados en los mercados, en especial durante el comienzo de la recesión. Una lucha entre ser, a la vez, ofensivos y defensivos en la gestión de la cartera, con la vista puesta en la futura recuperación.

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Seguridad y alta calidad

Uno de los conceptos que desarrolló Graham junto a David Dodd es el de la seguridad financiera, que se basa en que, para tener éxito en cualquier estrategia value, es preciso que se invierta dinero que no se tenga pensado utilizar en, al menos, los próximos cinco años. De este modo, el ahorrador se verá menos obligado a tomar decisiones precipitadas si la situación de la bolsa fluctúa demasiado, ya que su horizonte financiero queda lejos de cualquier influencia en el corto plazo.

Apoyándose en esta idea, a lo largo de la última década, ha ganado gran popularidad la selección Quality, un estilo de gestión que complementa el value, y cuya premisa es la de apostar sólo por compañías de alta calidad, entendiendo estas como aquellas que combinan un buen modelo de negocio (que genera resultados consistentes en el tiempo), un sólido equipo gestor y un balance con ratio de endeudamiento bajo y con una generación de caja positiva. Una vez se selecciona este tipo de organizaciones, el inversor participa en ellas, sin fijarse tanto en su precio actual, ya que está convencido de que a unos años vista su cotización irá en aumento.

La apuesta de futuro del ‘growth investing’

Esta filosofía se apoya en identificar empresas con negocios que se considera que van a crecer mucho en los próximos años y comprar acciones, aunque se tenga que abonar un precio más alto de lo que, en principio, valen en ese momento. Es decir, no se trata de evaluar sus estados financieros sino de analizar su crecimiento potencial de cuota de mercado en su sector, proyectando si cuenta con alguna clase de ventaja competitiva que pueda otorgarle el liderazgo indiscutible en un futuro cercano.

Habitualmente, el growth se fija en organizaciones que se encuentran en fase de expansión y que, bien sea por su modelo de negocio escalable o porque están innovando en alguna tecnología disruptiva que puede transformar por completo la industria, tienen posibilidades de tener un desarrollo significativo en los años sucesivos. Esta clase de empresas suelen caracterizarse por reinvertir continuamente su beneficio y por no soler pagar dividendo a sus accionistas, ya que las plusvalías se utilizan para apoyar su propio crecimiento.

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Muchas compañías con un fuerte componente tecnológico son candidatas ideales para la inversión growth. De hecho, la crisis sanitaria global ha tenido un gran impacto positivo en la digitalización de muchos hogares y empresas, lo que podría suponer un importante espaldarazo para entidades que basan sus modelos de negocios en algunas de las nuevas tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial, el blockchain, el data mining o la robótica. En cualquier caso, que una compañía pertenezca a uno de estos segmentos no garantiza que vaya a tener un buen desempeño en el futuro, por lo que antes de decidir apostar por ella, es conveniente recurrir al asesoramiento especializado.

A medio camino, los fondos ‘blend’

La estrategia de diversificar dentro de una cartera buscando compensar riesgo con inversiones más de base encuentra su representación en los fondos de inversión blend, que intentan escoger entre los mejores valores value y growth para obtener la máxima rentabilidad. En un momento como el actual, donde existe incertidumbre en los mercados, este tipo de productos pueden resultar muy interesantes para sus partícipes, puesto que, por un lado, algunas compañías de carácter defensivo parecen resistir mejor la volatilidad, y por otro, que las más expuestas al ciclo económico pueden haber sufrido más intensamente los rigores de la crisis, por lo que pueden cotizar a precios más baratos de lo habitual.

Además, las perspectivas de crecimiento de entidades con modelos de negocio más disruptivos pueden contribuir a completar la cesta de esta clase de fondos, que, además, suelen tener un estilo de gestión bastante flexible, es decir, que para completar una cartera equilibrada y diversificada, suelen rebalancear de manera habitual su portfolio de activos, buscando el equilibrio entre inversiones más a largo plazo con otras con un carácter más cortoplacista pero con unas perspectivas de rentabilidad mayores.

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