Entre las principales consecuencias desde el punto de vista económico que ha traído consigo la pandemia de la COVID-19 está la del incremento exponencial de los pagos digitales. Un estudio elaborado por GfK estima que, en la Unión Europea (UE), el crecimiento de los pagos contactless en los diferentes Estados miembros rondó el 45% entre marzo y diciembre de 2020. En paralelo, el despegue del e-commerce ha sido, en países como España, superior al 50%, siendo llamativo el hecho de que, a lo largo del último año, un 23% de los consumidores europeos ha realizado su primera compra online.
Como indica Josep Soler, director general del Instituto de Estudios Financieros de Barcelona (IEF), en el Podcast de Banco Sabadell, “uno de los hitos positivos de la crisis es que hemos dedicado más tiempo a las finanzas personales y, en general, al presupuesto familiar, y en todo ello los medios de pago digitales están jugando un papel fundamental”.
Conscientes de esta nueva realidad, desde la UE se ha situado en el centro del debate la creación del euro digital, un proyecto que llevaba varios años en la ‘nevera’ legislativa comunitaria, pero que ahora parece más cerca que nunca de materializarse. El euro digital es el dinero del Banco Central Europeo (BCE) que se pondría a disposición de la sociedad para su uso principalmente en pagos de pequeño importe que tuvieran un carácter virtual.
Más allá de sustituir al dinero físico, el objetivo del euro digital es servir de oferta al efectivo y a los depósitos mayoristas que manejan los bancos centrales de los diferentes estados que forman parte de la Zona Euro. “Estoy convencido de que el dinero físico va a retroceder en los próximos años, pero no creo que su potencial desaparición fuera algo aceptable por parte de la sociedad, porque, en el fondo, siempre va a tener el respaldo detrás de un banco central, como promesa de pago”, indica Soler.
Si se materializa el actual proyecto en curso, en unos años el euro digital podría convertirse en un instrumento seguro para los pagos diarios, especialmente, para aquellos fáciles y de pequeña cuantía, aunando la eficiencia de un sistema de pagos digitales con la seguridad que aporta el dinero de un banco central. Sin embargo, como señala Soler, conviene ser cautos y hacer su introducción en el sistema de forma paulatina, porque “el euro digital es algo muy complejo y hay que evitar que genere cambios y riesgos innecesarios en el sector financiero. La clave es generar estabilidad, y eso pasa por lograr que el euro digital no afecte a la política monetaria y que no genere una excesiva competencia”.
Diferencias entre el euro digital y las criptomonedas
Las criptomonedas, que tan populares se han hecho en los últimos años, no constituyen dinero emitido por ningún banco central, por lo que son sumamente volátiles ya que, en realidad, no tienen valor por sí mismas sino que su respaldo viene dado por las empresas privadas que las emiten. Poniendo en circulación el euro digital, sobre todo, se estaría protegiendo a los consumidores en sus transacciones digitales, ya que, detrás de cada una de estas operaciones estaría ofreciendo su garantía de seguridad el BCE.
A nivel macroeconómico, un euro digital permitiría a los ciudadanos europeos dejar de depender de medios digitales emitidos y gestionados desde fuera de la UE, favoreciendo la interoperabilidad con las soluciones de pago privadas y la oferta virtual de productos europeos. En palabras de Soler, a medio plazo “el euro digital, al igual que otros procesos relacionados con la digitalización de la industria financiera, contribuirá a la mejora de la productividad en todos los ámbitos, lo que es algo muy importante”.
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Esta mayor estabilidad beneficiaría a los ciudadanos, reduciendo los riesgos asociados a soluciones de pago no reguladas, previéndoles del uso de monedas digitales extranjeras y protegiendo su privacidad, ya que sus datos estarían bajo control de las autoridades comunitarias. Según una reciente encuesta del BCE, la privacidad es, de hecho, el principal requisito que los europeos le piden al euro digital, seguida de la seguridad, la estabilidad y la facilidad en su uso.
Cuándo podría estar en vigor
Aunque no existe ningún protocolo formal, parece que la llegada del euro digital está cercana. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, afirmó hace unas semanas que “si bien su proceso de implantación llevará tiempo, no debería tardar más de cinco años en materializarse”. Por el momento, desde la UE se están llevando a cabo pruebas y escuchando a distintos segmentos de la sociedad para, como ha aseverado Fabio Panetta, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, “lograr que sea la moneda adecuada para el futuro de los europeos”.
A pesar de que ya se tiene decidido que convivirá con el dinero en efectivo y será complementario al pago con moneda física, al menos, durante los próximos años, una de las principales dudas estriba en si se optará por un sistema centralizado (su creación y distribución competencia exclusiva del BCE) o descentralizado (en el que los bancos privados colaborarían en su distribución y liquidación, compartiendo plataformas tecnológicas y servicios financieros con el BCE).
Desde la banca, uno de los estímulos para ser partidarios del euro digital es que permitiría una mejor gestión de la política monetaria, ya que todo el dinero ‘puro’ estaría en manos del BCE, con lo que se podría evitar con mayor facilidad la entrada en tipos negativos, contribuyendo a que los bancos pudieran volver a hacer más rentables sus actividades tradicionales, como la concesión de hipotecas y de préstamos, o la comercialización de productos a plazo fijo. En este sentido, Soler concluye que “aunque el sistema financiero global está sometido a unos cambios disruptivos tremendos en términos de digitalización y de sostenibilidad, la industria está demostrando su capacidad para responder con éxito ante todos estos retos, al igual que lo hará en el futuro con el euro digital”.