Hoy en día vivimos rodeados de estímulos de consumo. Es triste pero es así, hemos llegado a tal punto que incluso a menudo nuestro estado emocional depende en gran medida de cosas materiales.
Si comparamos nuestra relación con el dinero con la que tenían nuestros padres cuando eran más jóvenes, vemos que ésta ha cambiado considerablemente. Para nosotros el ahorro es finalista, es decir, lo hacemos con un objetivo claro y a corto plazo, ya sea un smartphone nuevo o un coche, por poner algunos ejemplos, o -como sería mi caso- para pagar el alquiler y preparar un viaje a la India; Sin embargo, el dinero antes se entendía como una vía, como un camino hacia un proyecto de vida con el que comprar una casa y formar una familia.
El poder del presente
Si me preguntas por una meta de ahorro a largo plazo, te diré con total sinceridad que no tengo, pero no porque no crea en el futuro, sino porque soy fiel defensor de la necesidad de disfrutar del presente en todo lo que hacemos y empapándonos de ello. Si nos paramos a pensar detenidamente, vemos que el futuro no existe (aún), porque el día que exista será presente. Así que podríamos decir que la mejor manera de tener un buen futuro es centrándonos en nuestro presente.
De hecho, si cierras los ojos y juegas a imaginarte de aquí a diez años, siendo honestos, ¡no acertarás! Por eso mismo yo me concentro en vivir el presente intentando tomar las mejores decisiones, que es lo que me va a llevar al futuro.
La ‘no’ propiedad
Las nuevas generaciones son las del alquiler. No entraré a analizar si esto se debe a motivos económicos, pero sí me atrevería a afirmar que esto se debe a la flexibilidad que la no posesión proporciona. Tal y como comento en mi charla con el psicólogo Bertrand Regader, en este momento de mi vida, no creo en la propiedad porque me siento parte del mundo, ¡todavía no he tenido la necesidad de quedarme en un sitio con la idea de pasar el resto de mis días! De momento, tampoco me interesa comprarme una vivienda como inversión o negocio.
Motivación para ahorrar
Los jóvenes tenemos un momento clave en nuestra relación con el dinero. Éste se produce cuando nos damos cuenta de que nuestra economía doméstica depende únicamente de nosotros mismos, el ‘hoy’ está en nuestras manos, ¡y el ‘mañana’ también!
Pero hay que romper con la idea de que se debe ganar una fortuna para poder llegar a ahorrar. Es cierto que no se puede generalizar y que cada persona tiene sus propias circunstancias, pero en mi familia siempre hemos sido muy humildes y se ha inculcado el valor de ahorrar con mecanismos como gastar solo en lo necesario intentando huir de la rueda del materialismo.