Invertir en dividendos es rentable. Y mucho más si se habla de la bolsa española. En concreto, introducir en las carteras valores que retribuyan al accionista puede llegar a ser casi el triple de rentable. Así lo determinan los datos ofrecidos por Bolsas y Mercados Españoles (BME): desde los mínimos de la crisis financiera en mayo de 2012 hasta el 13 de noviembre de 2020, el IBEX 35 creció un 28%, mientras que el IBEX 35 con Dividendos (IBEXTR) lo hizo en un 83%.
Aunque, tal y como indican desde el servicio de estudios de BME, el beneficio de invertir en dividendos se potencia en el largo plazo, también es posible encontrarlo con un horizonte temporal más reducido. Mientras el IBEX 35 sumó un 27,45% desde los mínimos de la pandemia de la COVID-19, el 16 de marzo, hasta el 13 noviembre, el IBEXTR aportó un 30,50% de rentabilidad en el mismo periodo de tiempo.
En comparación con otras bolsas, la española se sitúa entre las que ofrecen una mayor rentabilidad por dividendo en todo el mundo. Una realidad que se manifiesta, incluso, cuando el índice español ha tenido un peor rendimiento que el mercado de renta variable europeo y mundial desde la crisis financiera de 2008.
“El atractivo de la inversión en dividendos para un inversor, el actual y el de siempre, es la posibilidad de obtener una renta anticipada que puede reinvertir en el mismo activo o en otros diferentes o utilizar con otros fines”, aseguran desde el servicio de estudios de BME, y añaden que ese valor es importante porque, además, actúa como un ‘colchón’ protector del capital de la inversión. “Además, con la alternativa de los scrips o dividendo elección en muchas compañías, se amplía el abanico de posibilidades”, afirman.
Un valor refugio
Este atractivo se potencia más, si cabe, ante los bajos tipos de interés y la flexibilización cuantitativa que acompañan al mercado desde la crisis financiera de 2008. Un panorama que ha reducido los ingresos disponibles para los inversores procedentes del efectivo y la deuda pública. En los últimos años, los bonos del Estado no han logrado batir los índices de inflación.
Esta situación ha creado un dilema para muchos inversores conservadores en torno a la necesidad de adquirir más riesgo en sus carteras para lograr cierta rentabilidad. Y lo seguirá causando, ya que, lejos de ver la luz al final del túnel, la pandemia de la COVID-19 ha potenciado los niveles en mínimos de todos los bancos centrales.
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Ante esta coyuntura, “los dividendos han actuado como activo refugio en los últimos años, ya que la rentabilidad por dividendo de la bolsa española ha rondado siempre entre el 4% y el 4,5%, y los tipos de interés sin riesgo (a 10 años) se han situado en terreno negativo o cero en muchos países, y en España han oscilado entre el 1% y el 2%. A día de hoy, el tipo a 10 años se encuentra en el 0,09%”, señalan desde BME.
En esta línea, según la cotizada, las utilities españolas (compañías cotizadas dedicadas a prestar servicios de energía, gas y electricidad) y algunas constructoras han ofrecido al cierre de octubre rentabilidades por dividendo que oscilan entre el 3,5% y el 7%. “Sin duda, son valores refugio si la expectativa de precios es positiva y, sobre todo, si la inversión se hace a largo plazo”, aseguran los expertos de BME. Pero, señalan que, como siempre, el principal atractivo es para los horizontes temporales más amplios, donde el ‘colchón’ y la rentabilidad extra de la bolsa se amplían considerablemente sobre la evolución exclusiva de los precios.