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Las claves para que tu cerebro aprenda a ahorrar

18/09/2019

El psicólogo Bertrand Regader nos descubre las tres estrategias más efectivas para convertir el ahorro en un hábito

Ahorrar, entendido como el hecho de planear y ejecutar estrategias que reserven parte de los ingresos para llegar a objetivos a medio y largo plazo, depende de factores obvios como la cantidad de ingresos y la relación que se tiene con el dinero; pero también está condicionado por procesos mentales básicos como la demora de la gratificación, la necesidad de definir y concretar objetivos, y la capacidad de gestionar la ansiedad cuando se va de compras, entre otros. 

Ante esta situación, parece inevitable preguntarse si nuestro cerebro está saboteando nuestros ahorros, ¿verdad? Veámoslo…

Ahorro y cerebro, ¿una relación de amor-odio?

Tal y como comentamos en el debate con Alex Puértolas, en plena sociedad de oda al carpe diem y ante fenómenos como la nomophobia, a menudo ahorrar tiene connotaciones negativas. Sin embargo, en determinados círculos sociales más conservadores el no ahorrar también está mal visto, porque es interpretado como una expresión de debilidad, del predominio de los impulsos por encima de la razón. Descubre cómo ahorra la gente como tú.

Psicológicamente hablando, el saber que tenemos un colchón económico capaz de protegernos ante ciertos imprevistos genera seguridad y nos permite llevar a la práctica actividades creativas que suelen ir asociadas a cierto riesgo. Además, ahorrar es un proceso acumulativo, y eso aporta más sentido y significado a lo que hacemos: a muchas personas les satisface saber que en determinado momento pueden transformar parte de lo ahorrado en algo que perdure en el tiempo, como una casa nueva o una mejor educación para los hijos o los nietos. Si el ahorro nos acompaña, es más probable que asociemos el paso de los días con el progreso, y que no tengamos la sensación de estar perdiendo el tiempo. Si ganamos mucho pero también lo gastamos casi todo, esto no ocurre. La clave está en saber controlar los gastos.

Como hemos podido ver, si ponemos en una balanza los pros y contras de ahorrar, veremos que, pese a su a veces cuestionada fama, se trata de un acto que llevado a la práctica correctamente puede ser muy positivo. 

De hecho, es importante inculcar el hábito de ahorrar a las nuevas generaciones y, la mejor forma de hacerlo es a través de la gamificación, de manera que aprendan divirtiéndose utilizando tokens que representan dinero y que solo pueden servir para comprar cosas en el juego, y no fuera de él. Pero no hay que olvidar que los avances más significativos se tienen que dar en casa, con dinero real dado en pequeñas cantidades por los padres, ya que es este dinero real el que tiene la capacidad de tentar a los pequeños con una amplia variedad de productos y servicios. En estos casos, por supuesto, hay que llevar un control constante de lo que gastan y en qué lo gastan, aunque sea de manera aproximada.

Convertir el ahorro en hábito

Como prácticamente todos los hábitos, ahorrar puede ser un patrón de comportamiento que aprendamos de manera constante y con la menor cantidad de interrupciones posibles, siempre que no partamos de una situación de extrema precariedad económica. 

Hay varias maneras de conseguirlo, pero en todos los casos lo que es imprescindible es conseguir una constancia. Una vez se ha logrado empezar a ahorrar de una manera sostenida, aumentar la cantidad de dinero ahorrado es relativamente más sencillo. 

Tal y como suele pasar al generar cualquier hábito, una vez se ha empezado a hacer algo, el principal obstáculo, que es simplemente llevar a la práctica una idea que ha estado rondando por la cabeza, desaparece.

Las claves para ahorrar

  1. Planificación y el establecimiento de objetivos. Es clave marcar unas metas. Para ello hay que empezar haciendo determinados cálculos y determinar, asumiendo un nivel de ingresos más o menos regular, qué cantidad de dinero podemos llegar a ahorrar. Esto daría forma a nuestro principal objetivo, que sería haber gastado por debajo de X cantidad al mes. 
  2. Concretar al máximo la meta. ¿Ya has marcado unos objetivos? Pues desglósalos en varios subobjetivos a una escala temporal menor, como por ejemplo semanalmente. Hay que intentar hacer de estos objetivos algo lo más concreto y material posible, representarlo gráficamente o por escrito y poner copias de este desglose en lugares en los que solemos estar o hacia los que solemos mirar. También hay aplicaciones de smartphone que ayudan a no perder de vista nuestro progreso.
  3. Estrategias de control de los impulsos. Se trata de hacer lo posible no solo por amortiguar la intensidad de las ganas de comprar algo, sino también por modificar nuestro entorno para que nos tiente menos, que no nos plantee dilemas en los que tengamos que decidir si gastar dinero o no. Sí, vamos a plantar cara al neuromarketing. Por ejemplo, un truco muy sencillo es no ir de compras al supermercado con hambre. Otro, autoimponerse una norma que prohíba entrar a una librería si tenemos otros dos libros que aún no hemos empezado. Este tipo de estrategias sencillas funcionan muy bien.
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