El pasado 1 de junio entró en vigor la nueva tarifa eléctrica, que ha llegado con polémica, habida cuenta de que los precios del kilovatio hora (kWh) se sitúan, de nuevo, en los niveles que tuvieron durante el temporal Filomena y porque, al menos sobre el papel, solo permitirá ahorrar a aquellos usuarios que sean capaces de adaptar su consumo a las horas más baratas. Ante las críticas que han arreciado, principalmente, por parte de asociaciones como FACUA- Consumidores en Acción o la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el Gobierno afirma que esta nueva factura eléctrica “beneficiará a los usuarios con tarifas de precio voluntario para el pequeño consumidor”, fomentando y promoviendo las horas menos demandadas, y, a nivel general, “preparando el camino para un futuro 100% eléctrico, sostenible y respetuoso con los límites del planeta”.
Entender la nueva tarifa eléctrica
El precio del kWh es el coste que el consumidor debe abonar por el gasto eléctrico que ha generado durante un periodo determinado (normalmente, un mes), en su hogar o en el negocio que regente. Los principales elementos que influyen en su cuantía son la comercializadora con la que tiene suscrito un contrato de suministro y el tipo de tarifa a la que está abonado. El precio final de la tarifa eléctrica se obtiene de sumar al coste del kWh los recargos correspondientes (por ejemplo, existe el coste del alquiler de los equipos, es decir, los contadores que se abonan a la distribuidora) y los impuestos (el impuesto de electricidad está regulado por el Gobierno y, posteriormente, hay que aplicar, también, el IVA).
Desde 2009, conviven en España dos tipos de mercados eléctricos: el libre y el regulado. El precio del kWh depende del mercado en el que el cliente tenga contratado el suministro. En el caso del mercado libre, el usuario debe pagar el precio que establece la compañía, mientras que en el regulado, el precio se concreta cada día en el mercado mayorista de acuerdo a la demanda de electricidad que existe, aunque siempre bajo la supervisión del Gobierno. En el mercado libre, las compañías ofrecen a los clientes una amplia variedad de tarifas, algunas con precio fijo (ofrecen un mismo precio de la luz para las 24 horas del día durante todo el año), otras con discriminación horaria (con tres periodos en los que el precio de la electricidad es diferente) y hasta las hay con precio indexado (que son equivalentes a la tarifa regulada de la luz).
La nueva tarifa ha traído consigo cambios en los peajes de acceso, que sirven para mantener la red eléctrica y que influyen de manera relevante en el coste final de la luz. De este modo, los consumidores tienen a partir de ahora tres peajes, es decir, tres horarios en los que la luz es más cara o más barata con independencia de si están en el mercado libre o en el regulado (horas punta, horas llano y horas valle). Antes de junio, sí que resultaba posible poder elegir entre tarifas con uno, dos o tres peajes de acceso.
Otra novedad es que para el coste fijo según la potencia eléctrica contratada, que, hasta la fecha, solo tenía un valor, ahora será posible escoger entre dos potencias diferentes, según sea para las horas punta o las valle. De hecho, es aquí donde radica el principal objetivo del Ejecutivo, que es el de fomentar un mayor desplazamiento del consumo de los periodos punta, de manera que el uso sea más uniforme a lo largo del día, evitando, de este modo, que haya que disponer de una sobrecapacidad instalada para atender los picos de demanda. Además, este cambio permitirá solicitar una potencia mayor en horarios puntuales para el uso de bombas de calor o para la recarga doméstica de los vehículos eléctricos.
Los precios de la luz se pueden consultar diariamente en la web de Red Eléctrica de España (REE). En cualquier caso, las nuevas facturas eléctricas cuentan a partir de ahora con un código QR para poder acceder a un comparador de ofertas de energía de la página de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
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Así, con este nuevo sistema de tarifa eléctrica el Gobierno parece querer apostar por un uso más racional de la energía, intentando premiar la eficiencia y el consumo en horario diferenciado. Desde el punto de vista del usuario, será posible ahorrar en el recibo de la luz a través de una mayor distribución en la utilización de los aparatos que más energía necesitan, involucrando al consumidor en la construcción de un futuro más sostenible en el uso de los recursos.
El ‘mix’ energético español
El éxito para conseguir garantizar un suministro eléctrico en un país consiste en disponer de una amplia variedad de fuentes y de plantas de producción para evitar un estrangulamiento de la demanda en momentos puntuales a lo largo del año, como en Navidad o, por ejemplo, cuando hay algún evento deportivo que congrega a muchas personas frente al televisor.
Durante 2020, la electricidad que se consumió en España provino, mayoritariamente, de fuentes nucleares (22,2%), de plantas eólicas (21,9%) y de ciclo combinado (17,5%). A algo más de distancia se situó la proveniente de centrales hidráulicas (12,2%), la de plantas de cogeneración (10,7%) y la de parques solares (7,9%). Es decir, que el peso de las fuentes renovables es muy importante, pero eso presenta algunos problemas, como, por ejemplo, que se depende de factores no controlables para su producción, como un exceso de viento o de sol, o de tener que contar con centrales eléctricas paradas, en previsión de poder cubrir crecimientos excepcionales de la demanda.
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