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La hipoteca y el préstamo con garantía hipotecaria, ¿qué son?

29/10/2020

Son productos totalmente diferentes destinados a objetivos muy determinados, aunque ambos comparten entre sí que conllevan un riesgo importante para el solicitante, por lo que conviene informarse con detenimiento antes de pedirlos.

La palabra hipoteca es una de las más curiosas que existen en castellano. No en vano, es de las pocas cuyo origen proviene del griego antiguo, merced a la fusión de hypo (que significaba ‘debajo’) y teka (literalmente, ‘cajón’). Es decir, que para los helenos de hace alrededor de dos milenios, una hipoteca era algo que se mantenía oculto por parte de su titular, ya que no había signos externos aparentes de su existencia salvo para aquel que la solicitaba. Más tarde, los romanos perfeccionaron el concepto, creando dos clases de hipotecas: la fiducia, por medio de la cual el deudor trasladaba la propiedad de un bien al acreedor para garantizar su deuda; y la prenda, muy parecida en su definición y en su metodología a la que ha llegado hasta el día de hoy. Es decir, que sin entrar en mayor detalle, lo que queda claro es que prácticamente desde siempre las personas han tenido que recurrir a las hipotecas para poder adquirir sus viviendas, lo que da una idea de su importancia histórica y actual.

Existen diversas maneras de clasificar las hipotecas, como, por ejemplo, según su tipo de interés, ya que las hay a tipo fijo (el interés no varía durante todo el plazo hipotecario pactado), a tipo variable (con cuotas constantes para cada periodo de revisión, cambiando la base de manera periódica) o a tipo mixto (combinando un tipo fijo con otro variable, como puede ser el Euribor). También se pueden dividir en base a su cuota, hay algunas que la mantienen constante hasta la próxima nueva revisión, otras que la tienen blindada (es decir, la cuota nunca sube, sino que lo que varía es el plazo), o con una cuota creciente (que aumenta un porcentaje determinado cada año), e, incluso, las hay que prevén el pago de una cuota final para terminar de abonar la deuda pendiente.

En condiciones estándar, las hipotecas a tipo fijo cuentan con unos intereses más elevados que las hipotecas a tipo variable. Sin embargo, en el contexto actual, hay entidades como Banco Sabadell que cuentan con préstamos a tipo fijo más atractivos que los de a tipo variable.

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Las hipotecas, incluso, se pueden dividir según el cliente objetivo al que van dirigidas, como, por ejemplo, para jóvenes, para no residentes, para funcionarios o para empleados de grandes compañías. Y, finalmente, es posible ordenarlas de acuerdo a la tipología del bien inmueble que se financia, entre las que cabe destacar las relativas a las viviendas de protección oficial (VPO), las de pisos pertenecientes a entidades bancarias, las de bienes urbanos o bienes rústicos, las que se utilizan para comprar suelo urbanizable, o, por supuesto, las destinadas a la adquisición de una vivienda habitual o de una segunda residencia.

Comprar o no una vivienda

Adquirir un activo inmobiliario es, por lo tanto, el objetivo primordial por el que se suscribe una hipoteca, y así ha sido desde su creación hace algún que otro milenio hasta hoy. Sin embargo, es frecuente que se confunda, en ocasiones, con el préstamo con garantía hipotecaria que, pese a su nombre, tiene poco que ver con la primera opción. Mientras una hipoteca es, en sí misma, la principal garantía para asegurar que se devolverá la deuda contraída para financiar la compra de una vivienda, en un préstamo con garantía hipotecaria la garantía para obtener el dinero se fundamenta sobre un inmueble, pudiendo ser el propio hogar o un local comercial. Además, el capital que se acuerde no tiene por qué destinarse a la adquisición de ninguna casa o similar, sino que el suscriptor puede utilizarlo para el proyecto que tenga pensado.

En una hipoteca, la garantía principal es el propio acuerdo firmado, mientras que en un préstamo con garantía hipotecaria se fundamenta sobre un inmueble

De hecho, este producto es, en realidad, un préstamo al consumo, ya que la cantidad cedida al cliente por parte del banco se puede utilizar para la compra de un coche o la realización de reformas. Eso sí, lo que es indispensable es que el titular posea un activo inmobiliario sobre el que fundamentar la operación. Además, conviene tener presente algunas peculiaridades sobre estos préstamos, como, por ejemplo, que el tipo de interés no tendrá nada que ver con el de una hipoteca, sino que será bastante semejante al de un préstamo personal, lo que significa que, desde el punto de vista del solicitante, su coste será mayor. También suelen tener un plazo de amortización más corto con un periodo de devolución menor, aunque, no suelen tener el mismo grado de vinculación que las hipotecas.

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Por qué solicitar un préstamo de estas características

En cualquier momento de su vida, una persona puede necesitar dinero para acometer un proyecto, como iniciar un negocio o remodelar una finca que se ha recibido en herencia. Incluso, puede requerirse para afrontar el pago de algunas deudas que vencen en el corto plazo y que pueden ocasionar contratiempos importantes en el caso de no hacerlo. Sin embargo, también puede ocurrir que la entidad bancaria no considere conveniente conceder el préstamo personal que solicita ese cliente por diversos motivos, como su capacidad de solvencia, por el riesgo implícito que se observa en la operación, por no contar con ingresos regulares o porque se encuentra en alguna de las listas o los registros de morosos que existen (como el de la Asociación Nacional de Establecimientos Financieros de Crédito, ASNEF).

Cualquier persona puede solicitar un préstamo con garantía hipotecaria si dispone de una vivienda en propiedad o pagada, al menos, en un 80%

Además, en momentos de incertidumbre en los mercados o en la propia economía, como ha ocurrido a nivel global tras el estallido de la pandemia del coronavirus, en el que las necesidades de liquidez afloran, los préstamos con garantía hipotecaria pueden ser una alternativa, ya que pueden ser solicitados prácticamente por cualquiera y para toda clase de finalidades, con los únicos requisitos de ser mayor de edad y, por supuesto, poner como garantía una vivienda en propiedad (o, al menos, pagada en un 80%).

Para conocer la cantidad de dinero a la que se puede optar, lo primero es saber el valor de tasación del activo, restando lo que le quede pendiente por pagar de la hipoteca, si lo hubiera. Según cada caso, incluso se podría llegar a solicitar una cantidad mayor que la que se obtendría mediante un préstamo personal, con plazos de reembolso más largos, aunque, como se ha mencionado, sin llegar a los de una hipoteca. De hecho, es frecuente que las personas que los solicitan lo hagan para reagrupar deudas o para detener situaciones delicadas, como un embargo.

En todo caso, se trata de un producto financiero que hay que analizar pormenorizadamente antes de pedirlo, habida cuenta de que el solicitante se compromete a devolver en su totalidad el dinero recibido, con el peligro añadido de poner en riesgo su vivienda en propiedad. Es decir, que hay que estar seguro de que se va a poder hacer frente al pago en los plazos establecidos, siendo consciente de que conviene meditar acerca de otras alternativas posibles de cara a conseguir la liquidez suficiente para el proyecto que se quiere acometer con ese capital.

Fotografía de Andriyko Podilnyk en Unsplash
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