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Internacionalización y Competencia
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Gestionar la nueva regulación del comercio internacional

Thu Jun 18 12:17:16 CEST 2020

Las empresas deben prepararse para el nuevo mapa del comercio internacional que surgirá tras la crisis sanitaria, y donde la flexibilidad, el análisis riguroso y la eficiencia serán claves fundamentales para alcanzar el éxito.

Benjamin Franklin, ese señor que aparece en muchos billetes de 100 dólares y que fue reconocido en su país como ‘El primer Norteamericano’ por su infatigable labor para unir a las colonias en su lucha por la independencia, aseguraba que lo fundamental para construir una nación eran las relaciones comerciales, porque ninguna a lo largo de la historia se había descompuesto mientras éstas funcionaban bien. Sin embargo, la situación global extraordinaria que hemos vivido durante la pandemia del coronavirus ha dado lugar a un escenario inédito que este padre fundador seguro que no previó: la paralización de muchas industrias y de un sinfín de cadenas de suministros, debido tanto a las medidas de confinamiento y protección de la población como al cierre masivo de tiendas y locales comerciales.

Las previsiones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) subrayan que la contracción mundial del comercio durante 2020 se moverá en una horquilla de entre el 13% y el 32%, con la industria automotriz y la de productos electrónicos siendo las que más sufrirán el descenso de actividad. Este organismo alerta de que solo mediante la implementación de políticas monetarias, fiscales y comerciales de estímulo podría maquillarse esta previsión, aunque su presidente, Roberto Acevedo, ya ha alertado que teme que muy probablemente se produzca “un giro proteccionista” que empeore más la situación. 

Como ratificó Carlos Dalmau, Director de Soluciones de Internacional de Banco Sabadell, en un reciente webinar del programa Exportar para Crecer organizado por Hub Empresa de Banco Sabadell, “hemos de acostumbrarnos a un entorno cambiante donde hay que reflexionar sobre cómo será la nueva manera de operar el comercio y en el que las empresas vivirán permanentemente bajo los paraguas de la digitalización y la innovación”.

Desde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por su parte, las cifras de mayo confirman una caída internacional de las exportaciones del 4,3% y un descenso en las importaciones del 3,9%, su peor cierre mensual en tres años, mientras que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) vaticina una recesión cercana al 40% para 2021 en sus previsiones de los flujos de inversiones extranjeras directas en el mundo. China, el país que más ventas realiza al resto del planeta, vio como éstas perdían un 9,3% durante el primer trimestre mientras sus compras retrocedían alrededor de un 7%. Japón, Alemania, Francia, Reino Unido y Estados Unidos cosecharon retrocesos en la misma línea en abril y mayo.

China, efectos colaterales en el comercio mundial

Precisamente, un informe de McKinsey titulado ‘Fast-forward China: How COVID-19 is accelerating five key trends shaping the Chinese economy’ es tajante al afirmar que muchas empresas de distintas partes del mundo tienen que empezar a replantearse su estrategia operativa, ya que la pérdida de dinamismo y de eficiencia de la economía del gigante asiático va a tocar de lleno su generación de beneficios. Al tener que buscar otros proveedores con los que garantizar mayores niveles de seguridad en sus cadenas de suministro, el impacto en costes será relevante, lo que de un modo u otro terminará por afectar al bolsillo del consumidor pero, sobre todo, a la cuenta de resultados de las firmas.

En el polo opuesto, el informe asegura que muchas de las entidades que exportaban bienes a China deberán elegir entre rebajar su producción o buscar nuevos mercados en los que operar. La actividad de exportación puede resultar muy compleja en una situación como la actual, existen mercados que están prácticamente cerrados, y existen también dificultades en la gestión del comercio exterior: movilidad de mercancías, movilidad de documentos…, explica Joan Tristany, Director General de AMEC en el Podcast de Banco Sabadell. En este contexto, al menos en el corto plazo, se generará un exceso internacional de oferta y una caída en los precios, lo que, de nuevo, afectará negativamente a su generación de ingresos, o, mejor dicho, al margen unitario de beneficios. Paradójicamente, los países cuyas empresas son más exportadoras se verán más impactadas por el enfriamiento en el comercio internacional, y, advierten desde McKinsey, es probable que tengan que repatriar a sus países de origen fábricas y oficinas que tenían descentralizadas en otras localizaciones.

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Navegando por la nueva realidad comercial global

En este contexto, y tal y como afirman desde PwC en su informe ‘Navigating the new landscape of customs and international trade’, esta situación ha propiciado una gran cantidad de nueva legislación, lo que está haciendo que “el comercio transfronterizo sea más difícil y confuso”, dibujando un panorama incierto para comprender qué impacto tendrán estas medidas en el largo plazo para la gestión aduanera y comercial. Tal y como destacó Alejandro Arola, Presidente de Grupo Arola, en el webinar organizado por Hub Empresa de Banco Sabadell, “la situación internacional es tan compleja para las empresas que se precisa el desarrollo de un marco de colaboración eficiente entre el tejido productivo y los distintos niveles de la Administración para poder operar con ciertas condiciones de normalidad”.

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Entre las medidas e impactos a corto plazo que las empresas deben tener en cuenta, cabe destacar:

  • Las restricciones a la exportación de suministros esenciales, sobre todo en el caso de productos médicos y alimentarios, que pueden traer consigo prohibiciones directas o, incluso, aranceles más elevados. Esto puede afectar mucho a las empresas exportadoras ya que, por un lado, deberán llevar a cabo un trabajo de análisis sobre la nueva situación legislativa comercial en aquellos países en los que operan y, por el otro, evaluar si la caída en los envíos al exterior pudiera amortiguarse con un crecimiento en el mercado local.
  • Posibles aplazamientos o exenciones en el pago de impuestos relacionados con la importación, y que varían según cada mercado y tipo de producto. Esto obligará a una revisión de la contabilidad de cada empresa y, posiblemente, a establecer nuevos mecanismos para los periodos de cobros y pagos, y, en general, los periodos de maduración.
  • Cierre potencial de algunas fronteras, tanto por tierra, como por mar o aire, por causas derivadas de la crisis sanitaria o, en su defecto, atasco en la gestión de los envíos ante una previsible falta de personal, lo que podría provocar deterioro e, incluso, pérdidas en la producción, con la consiguiente amenaza de que algunos clientes anulen sus pedidos.

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En el largo plazo, probablemente las autoridades aduaneras mantendrán un mayor nivel de restricción que durante la época inmediatamente anterior a la crisis sanitaria, con un incremento de los controles y las auditorías, por lo que las empresas deben estar mejor preparadas para ese escenario, fortaleciendo la parte documental que acompaña a la trazabilidad de los productos, mejorando sus procedimientos internos y teniendo una mayor flexibilidad para potenciales cambios en los precios según la presión económica que tengan que soportar en los controles transfronterizos. En este sentido, las cadenas de suministros deberán estar más diversificadas y poseer una mayor automatización (quizá a través de una mayor integración con Blockchain) para gestionar con mayor eficiencia este entorno aduanero más complejo.

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En esta coyuntura, tal y como apuntan desde el Real Instituto Elcano en un reciente estudio, las empresas españolas han adquirido especialmente a lo largo de la última década la experiencia suficiente como para poder navegar con éxito este novedoso panorama en el comercio internacional. Pero, para lograr cumplir con este reto además de acometer las reformas mencionadas advierten que, desde el ámbito gubernamental se tiene que dar soporte a las empresas a través de una mayor flexibilidad en los instrumentos de apoyo a la internacionalización, la estabilidad del marco regulatorio y la simplificación administrativa.

Fotografía de Albin Berlin en Unsplash
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