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Gestión activa vs. gestión pasiva: cómo invertir

Mon Sep 14 11:16:06 CEST 2020

Aunque cada inversor tiene un perfil de riesgo diferente, existe la posibilidad de combinar en la cartera productos de gestión activa y de gestión pasiva, siempre que se tengan claras las ventajas y los inconvenientes que tienen cada uno de estos.

Benjamin Graham, considerado por muchos como el padre de la gestión activa, solía decir que "las personas que no pueden controlar sus emociones no son aptas para obtener beneficios mediante la inversión". Por ello, era un firme defensor de la filosofía de inversión conocida como ‘value investing’, y que, a grandes rasgos, pretende generar rentabilidades positivas de manera consistente en el largo plazo. Algunos años después, el conocido empresario Warren Buffett adoptaría este enfoque, convirtiéndose en uno de los inversores más prestigiosos (y ricos) del planeta.

Tanto Graham como Buffet profesaban devoción por la gestión activa, que consiste en invertir en activos de compañías o en deuda de empresas y de naciones, de acuerdo a la convicción profesional del gestor, quien, mediante su propio criterio, se encarga de seleccionar entre la oferta que hay en los mercados, todo aquello que cree que merece estar en una cartera para responder con éxito a los objetivos financieros marcados. El rigor profesional, el análisis de información obtenida a través de fuentes fiables y el manejo de la psicología del inversor son elementos clave para desarrollar una estrategia de gestión activa que, si bien no tiene garantizada el éxito a priori, sí que tiene mayores probabilidades de alcanzarlo, sobre todo si se rodea del asesoramiento de especialistas en el ámbito financiero.

Rigor profesional, análisis y manejo de la psicología del inversor son elementos clave en una estrategia de gestión activa

Por su parte, la gestión pasiva consiste en construir una cartera que, simplemente, replique el comportamiento de un determinado índice de referencia, por lo que el gestor profesional no debe tomar ninguna decisión, sino copiar el selectivo fijado como objetivo, comprando los valores que allí cotizan en la misma proporción. La variación en las posiciones dependerá única y exclusivamente de cómo se va modificando el comportamiento del índice a lo largo del tiempo. Este tipo de filosofía de inversión sirve tanto para la renta variable como para la renta fija, y, en principio, su principal ventaja respecto a la gestión activa radica en que los costes asociados son sensiblemente menores, tanto por haber una disminución en las operaciones de compraventa como porque no es tan necesario que los profesionales le dediquen tanto tiempo, ya que las decisiones de inversión no dependen de ellos.

Ventajas e inconvenientes

El principal beneficio de escoger la gestión activa es que a los mandos de los principales fondos de inversión se encuentran los profesionales con mayor talento de la industria financiera, así como las gestoras con un nivel de credibilidad y reputación más elevado. Bajo el principio de rentabilizar al máximo el capital, dentro de la categoría y límites que se impone cada fondo en su respectivo folleto y política de inversión, el ahorrador pone en manos de grandes especialistas su dinero para que le generen alfa, es decir, valor añadido, gracias a las decisiones estratégicas y tácticas que toman, en base al análisis constante del mercado, de las compañías, de sus equipos directivos, o de las condiciones de un sector o de la economía a nivel general.

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En cambio, en la gestión pasiva, eliminando el riesgo cualitativo de la gestión por parte de los profesionales, se deja la evolución de la rentabilidad al comportamiento del mercado. Al tener un menor desempeño por parte de los especialistas, la gestión pasiva es más económica en cuanto a sus comisiones que la activa. No obstante, es en la gestión activa donde, de manera habitual, para intentar maximizar el binomio rentabilidad- riesgo se realizan movimientos de posiciones en las carteras, por ejemplo, reduciendo o incrementando la exposición a la renta variable o acaparando más liquidez para disponer de un mayor colchón con el que invertir en el futuro.

La gestión activa intenta de manera constante maximizar el binomio rentabilidad- riesgo

Además, los partidarios de la filosofía pasiva también afirman que es muy complicado que un fondo de inversión cualquiera pueda batir sistemáticamente al mercado, y que, junto a ejercicios donde sí lo consiga, se alternarán otros en los que habrá caídas, por lo que, a su juicio, en el largo plazo, compensa más a los partícipes optar por replicar índices de referencia. Sin embargo, incluso en momentos de crisis global como la que afronta el mundo tras la reciente pandemia del coronavirus, existen profesionales en la gestión activa que están logrando desempeños en los fondos que dirigen muy positivos, lo que demuestra que el análisis constante, la experiencia de los especialistas y el buen uso que se hace de la información puede rendir frutos muy eficientes para los ahorradores en forma de rentabilidad.

No son excluyentes

En una coyuntura como la actual, en la que, por un lado, los tipos de interés se encuentran cercanos a cero, obligando a los inversores a tomar decisiones más agresivas para encontrar rentabilidad, puesto que los productos de renta fija más conservadores ofrecen menor revalorización; y, por el otro lado, la crisis sanitaria ha llevado una alta volatilidad a la mayoría de Bolsas de todo el mundo, quizá lo más aconsejable para un ahorrador con un perfil de cierta aversión al riesgo sea la de combinar ambas filosofías para mejorar todavía más la diversificación de su cartera.

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Por ejemplo, a través de los fondos indexados, se puede intentar replicar algún gran índice que, en el largo plazo, tenga muy escasas posibilidades de tener un mal comportamiento. Junto a ello, recurrir a la ayuda de un experto para seleccionar fondos de inversión de distinta tipología y nivel de exposición servirá para optar a conseguir con el paso del tiempo, una revalorización mayor a la de cualquier índice, ya que el gestor profesional utilizará su conocimiento, experiencia y acceso a la información para recomendar diferentes estrategias y movimientos según la realidad financiera de cada momento. Además de los fondos indexados, dentro de la gestión pasiva existen los ETF, que cotizan en el mercado y que operativamente funcionan de la misma forma que las acciones, replicando un índice de forma física o a través de los derivados.

Recurrir al asesoramiento profesional en una coyuntura como la actual es vital para diversificar la cartera e incorporar ambas filosofía de gestión

Conviene aclarar que, a pesar de que la gestión activa tiene bastantes más defensores entre los inversores especializados, prácticamente ninguno renuncia en un momento dado a poder destinar una parte de la cartera a fondos indexados. El propio Warren Buffett, gran baluarte de las estrategias activas, tiene escrito en su testamento que su herencia, cuando fallezca, se deberá invertir en un 90% en un fondo indexado al S&P 500, mientras que el 10% restante se destinará a bonos norteamericanos a corto plazo. En todo caso, Buffet siempre ha afirmado que el único sistema para diversificar bien una cartera es a través de la gestión activa, porque es el modo más eficiente de minimizar los vaivenes de los mercados, por ejemplo, en momentos de alta volatilidad como el actual.

Fotografía de Sander Breneman en Unsplash
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