Solo un 4,8% de los españoles practicaban el teletrabajo en 2019, una de las tasas más bajas de Europa. En Países Bajos o Finlandia esta forma de trabajar se situaba por entonces por encima del 14%. La irrupción de la COVID-19 obligó a España a adaptar su realidad laboral en tiempo récord. El trabajo a distancia ha pasado de estar por debajo del 5% a un 30% en pocos meses.
Esta nueva normalidad laboral parece haber venido para quedarse. “Sin un choque existencial como la pandemia se habría necesitado convencer a las personas para estos cambios, que habrían tardado décadas en llegar. [Pero] un día te levantas con la nueva realidad del trabajo y no hay opción de que vuelva atrás”, señala el profesor Benjamin Laker en el informe de la consultora Capgemini sobre los ‘Efectos del Teletrabajo en Empresas y Empleados’.
Las medidas adoptadas para contener los contagios han obligado a muchos ciudadanos a cambiar los traslados, las reuniones presenciales y las largas jornadas fuera de sus hogares por oficinas en casa improvisadas, encuentros virtuales y flexibilidad de horario. La inmediatez de la virtualidad, la no necesidad de desplazamientos o la autogestión de los tiempos han provocado que la productividad de las empresas españolas haya crecido un 22% durante el tercer trimestre de 2020, según el citado informe, por encima del crecimiento del 18% a nivel mundial.
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Primera regulación específica
En octubre entró en vigor la primera legislación específica para regular la práctica del teletrabajo en España. Aunque el empleo en remoto ya estaba contemplado en el Artículo 13 del Estatuto de los Trabajadores, la irrupción de la pandemia dejó en evidencia las lagunas en torno al control de una actividad que escaseaba en España.
El nuevo Decreto- ley tiene su epicentro en dos pilares: el teletrabajo debe ser voluntario y reversible. La normativa se ha desarrollado en tiempo récord, impulsada por la urgencia de la pandemia, y en un escenario de falta de cultura digital en España, por lo que los expertos anticipan que se trata del primer paso de un largo camino.
Tras su puesta en marcha, la empresa y el empleado deben firmar un acuerdo si el trabajo a distancia supera el 30% de la jornada semanal durante tres meses. Además, la compañía es la encargada de costear el aspecto ergonómico para desarrollar la actividad laboral. Sin embargo, no hay referencias específicas a estas compensaciones sobre material o costes adicionales derivados del teletrabajo, ya que deberán acordarse mediante una negociación colectiva.
La normativa exige también a la compañía poner “especial atención” a los factores psicosociales de su equipo para garantizar el respeto de las cláusulas establecidas en el contrato y la “desconexión digital”. Recientemente, el Parlamento Europeo ha reclamado la creación de una legislación europea que permita a los trabajadores disfrutar del “derecho a desconectar” sin tener miedo a las consecuencias si no están siempre con el ‘modo disponible’ encendido.
Impacto en los trabajadores
Autogestión del tiempo, flexibilidad, trabajo desde casa, etc. Era un escenario impensable y establecido de forma idílica en el subconsciente de muchos trabajadores antes de la irrupción del coronavirus. La pandemia ha cambiado los paradigmas sociales, turísticos y, también, laborales. Encontrar el equilibrio no está siendo fácil. La mayoría de los estudios sobre el impacto del empleo en remoto en las personas revelan un aumento del conocido efecto burnout (trabajadores quemados), de estrés y de desmotivación.
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No acudir a la oficina y tener más tiempo para el cuidado de los hijos se anticipaba como una buena noticia para muchos. Pero la fatiga digital, la asfixia de pasar las 24 horas en los mismos espacios, la soledad de las pantallas o la dureza de la conciliación familiar ha revertido la ecuación.
Un estudio de la compañía Fellowes, que analiza a personas que han pasado más de cuatro meses trabajando desde el hogar, revela que el teletrabajo ha tenido un gran impacto en su salud física y mental. Según la firma, el 61% de los españoles cree que trabajar desde casa provoca más dolores físicos y tensiones con los compañeros que hacerlo en la oficina. Además, el 64% siente que realiza más horas durante el teletrabajo que durante la actividad presencial.
A nivel global, Capgemini estipula que el 55% de las personas que trabajan a distancia experimentan el colapso laboral. A la incertidumbre, la desconfianza o la falta de fronteras entre la vida personal y la laboral se une la sensación de que dedican muchas más horas al trabajo por el mismo salario. Esta percepción es más alta entre las personas de 31 a 40 años (61%).
La consultora anticipa que en el futuro y en un ambiente no determinado por la pandemia, el difícil equilibrio entre el aumento de la productividad que conlleva el teletrabajo y el impacto en la salud mental de las personas se resolverá en torno a una fórmula híbrida. Esta nueva coyuntura destacará por la expansión de freelances que trabajen desde otras partes del mundo; la creación de infraestructuras digitales robustas y seguras; la confianza entre empresas y empleados; y la flexibilidad de los espacios de trabajo.