Vivir en el campo ya no es solo un plan B con el que contar cuando en la ciudad las cuentas, sencillamente, no salen.
Una generación ha dejado de soñar con la ciudad. Quizá porque, en lugar de soñar, vivir en ella puede llegar a quitarnos el sueño. Barrios en los que se puede encontrar de todo menos vecinos de siempre, alquileres estratosféricos y la precariedad laboral persiguiendo a los más jóvenes a lomos de –solo en apariencia- inofensivas bicicletas. Todo esto dibuja un escenario en el que el medio rural gana cada día más seguidores.
Trabajar para vivir y no solo para sobrevivir. Puede que aún solo sea un espejismo, pero cada vez son más las personas que se lanzan a la aventura de la ‘repoblación’. Un modelo laboral menos jerarquizado y más colaborativo en el que trabajar con menos competencia y, sobre todo, menos estrés, es uno de los atractivos de esta opción.
En un país que se debate entre la España vacía y la gentrificación de sus ciudades, puede que Internet tenga la llave del milagro de la repoblación. Lejos aún de ser una tendencia, cada vez son más los jóvenes y emprendedores que deciden cambiar el ruido de ciudades sobre-pobladas por entornos más rurales. Un fenómeno que pone en evidencia que la vida en el pueblo ya no es sinónimo de renuncia, sino de ventajas y calidad de vida.
1. Cada vez más conectados
España ha sumado dos millones de usuarios de Internet en el último año. La cobertura alcanza ya al 85% de la población, según un informe sobre Internet y redes sociales elaborado por la plataforma Hootsuite. Aún hay margen de mejora y zonas desconectadas, pero el acceso a la red abre una puerta al mundo laboral descentralizado. Un atajo hacia el empleo (o el autoempleo) que ya no ha de pasar exclusivamente por la ciudad.
2. Menos gente, más ‘equipo’
No hay excusas. Se han desarrollado numerosos programas que hacen posible trabajar en línea, a distancia pero en equipo, de manera organizada y con máxima trazabilidad. Desde Skype, pasando por WhatsApp, Slack, Asana, hasta Notion o Trello. Existen tantas maneras de permanecer comunicados que quizá lo más complicado sea desconectar y salir a la calle.
3. Gentrificación vs ‘humanización’
Uno de los anhelos a los que da respuesta este fenómeno es al de recuperar viejos sabores olvidados. Son maneras de producir, vender e intercambiar que han desaparecido en las ciudades. Los negocios de siempre bajan la persiana y abren otros bajo un estilo vintage de copia y pega. Comprar pan que sea pan, en definitiva.
4. Menor competencia, más colaboración
Emprender en un entorno en el que, a priori, no hay competencia directa es otra de las ventajas. Poder estar más pendiente de las oportunidades de colaboración entre emprendedores de distinto sector que en las amenazas, es un lujo reservado solo para unos pocos.
5. Menos pantallas, más amigos
¿Qué modelo educativo queremos implantar a nuestros hijos? La dictadura de la pantalla o el aprendizaje que ofrece la naturaleza. Vivir en el entorno rural suele ir acompañado de una educación más sosegada. Por ejemplo, olvidarse de cruzar media ciudad para recoger a los más pequeños del colegio. Ellos, al mismo tiempo, disfrutarán de unos hábitos de vida más saludables y activos. Bocadillo y a correr, que los amigos esperan.
6. Menos contaminación, más salud
Respirar aire puro nos hace más longevos y saludables. Según una nueva investigación de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, las mujeres que viven en zonas verdes tienen una tasa de un 34% menos de mortalidad relacionada con enfermedades respiratorias y un 13% menos de muerte por cáncer. Es un dato que las compara con las que no cuentan con vegetación a su alrededor.
7. Una vida ‘sin’ contratiempos
Terminar el día ‘sin’ un atasco, ‘sin’ haber perdido el metro o ‘sin’ haber comido por tercer día consecutivo un sándwich y ‘sin’ hacer descanso en el trabajo. Estos son pequeños placeres que solo tienen lugar lejos del mundanal ruido.
8. Menos precio, más espacio
Seguramente, el factor más decisivo: el precio de la vida en el más amplio de los sentidos. En el medio rural no solo se abarata el coste del alquiler o el precio de compra de una casa, sino también las tasas y los impuestos. Poder vivir en más de 40 metros cuadrados sin destinar el 60% del alquiler no es un sueño al que sea fácil renunciar.