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Elementos a tener en cuenta para solicitar un préstamo

28/10/2020

Como cualquier otro producto financiero, hay que sopesar, antes de solicitarlo, los riesgos que conlleva pedir un préstamo, teniendo presente que genera un compromiso económico a largo plazo que condicionará el ahorro familiar.

Desde que surgió la civilización, existe la necesidad por parte de las personas de conseguir dinero por adelantado. Hay que remontarse más de tres milenios hacia atrás para encontrar testimonio de los primeros préstamos, en la antigua Mesopotamia, aunque fueron los griegos y, sobre todo, los romanos, los que más documentos por escrito legaron en relación a estos contratos de financiación. A partir del siglo XV, volvieron a tomar relevancia, hasta el punto de que muchas monarquías los pedían a los florecientes bancos comerciales para financiar expediciones, como la de Cristóbal Colón. En la actualidad, los préstamos personales son herederos directos de toda esta historia financiera, cuyo origen, quizá, sea todavía más remoto.

Es posible definirlos como los contratos por medio de los cuales una entidad financiera adelanta dinero a un prestatario, con la condición indispensable de que se devuelva esta cantidad junto a los intereses previamente pactados y los gastos derivados de la operación. Aunque existe, en la actualidad, un abanico muy amplio de préstamos, todos ellos comparten una serie de características comunes, como, por ejemplo, el tipo de interés que aplican, y que es, en realidad, el precio que el banco cobra por prestar el dinero. En este sentido, cabe destacar la Tasa Anual Equivalente o Tasa Anual Efectiva (TAE), que es una fórmula matemática que incorpora el tipo de interés nominal, las comisiones y el plazo de la operación, y que es el indicador más relevante para conocer el coste real de un préstamo.

La garantía en un préstamo personal incluye todos los bienes, presentes y futuros del solicitante, y suele tener un interés más elevado que en un préstamo hipotecario

Además del interés, todos los préstamos deben ofrecer una garantía a la entidad de crédito en el caso de que se produzca un impago, y que, en relación a uno personal, suele incluir todos los bienes, presentes y futuros, del solicitante, mientras que en un préstamo hipotecario, además de la garantía personal se añade el inmueble hipotecado que, si no se atienden los pagos, se convertirá en propiedad del banco. Esto significa que, por regla general, los préstamos personales tienen un tipo de interés más elevado que los hipotecarios, al disponer de una garantía menor.

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Diferencias con los créditos

Es habitual que se confunda, en ocasiones, a los préstamos con los créditos, aunque, en realidad, son productos diferentes. En un crédito, la entidad financiera pone a disposición del cliente una cantidad de dinero con un límite fijado, de modo que puede utilizar la totalidad o parte de él, según las necesidades que tenga en cada momento, y que irá retirando a través de entregas parciales. De este modo, el solicitante solo abona los intereses del capital que, efectivamente, ha utilizado, aunque es habitual que también deba pagar una comisión mínima sobre el saldo no dispuesto. Además, aunque se conceden durante un plazo determinado, a diferencia de los préstamos, cuando este vence se puede ampliar. A cambio, sus intereses suelen ser más elevados, por lo que su razón de ser estriba en, por ejemplo, cubrir un desfase entre cobros y pagos, o en afrontar periodos de escasez de liquidez, por lo que es frecuente que recurran a ellos más las empresas que los particulares.

Qué hacer antes de solicitar un préstamo

Es bastante factible que cualquier persona, a lo largo de su vida, se vea abocada a solicitar un préstamo, desde para tener que comprar un coche hasta para reformar una vivienda, pasando por poder hacer frente al pago de los estudios de los hijos en el extranjero, casarse o realizar un viaje dando la vuelta al mundo. Sin embargo, conviene tener presente que las entidades bancarias no aprueban este tipo de financiación a todos los solicitantes. De hecho, antes de responder afirmativamente, realizan un estudio de viabilidad y de solvencia para valorar la capacidad de pago, lo que significa evaluar sus ingresos, si tiene deudas pendientes, los saldos de sus tarjetas o su patrimonio personal. En caso de tener dudas, el banco puede pedir al prestatario que se incluya en la operación a un avalista, es decir, a alguien que se comprometa a hacerse cargo del pago en caso de que el solicitante no pueda definitivamente afrontarlo.

Ante de conceder un préstamo, las entidades estudian la viabilidad y la solvencia del prestatario para conocer su capacidad de pago y saber si tiene deudas pendientes

Además, antes de solicitar el préstamo, hay que preparar y entregar a la entidad una serie de credenciales, como el documento nacional de identidad (DNI), el presupuesto o la factura pro forma del producto que se desea adquirir con el préstamo, el comprobante de los ingresos del prestatario (últimas nóminas, declaración de IRPF o pago de cuotas de la Seguridad Social, en el caso de los profesionales autónomos), la relación del patrimonio (como viviendas en propiedad, inversiones o vehículos), la escritura de la vivienda o el contrato de alquiler, los recibos de pago de los gastos corrientes del hogar y, si los tuviera, los últimos comprobantes de otros préstamos.

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Cómo elegir el préstamo adecuado

Al igual que sucede en el caso de otros productos financieros, es clave comparar entre distintas ofertas antes de decantarse por el préstamo definitivo. Aunque en Internet se pueden consultar las condiciones y utilizar los comparadores gratuitos que ofrece la Red, lo más aconsejable es acudir directamente a las oficinas y a las sucursales para recibir, de primera mano, el asesoramiento de profesionales experimentados y personalizado a las necesidades particulares. En esta fase previa, resulta fundamental fijarse en el tipo de interés (y elegir si se prefiere, por ejemplo, un préstamo a tipo fijo o a tipo variable), conocer la cuantía de las cuotas a pagar (para evaluar si se podrá hacer frente mensualmente a ellas sin poner en riesgo la economía familiar), informarse sobre existe alguna clase de vinculación relativa a la contratación de otro producto con la entidad (como puede ser un seguro de Vida), fijarse en detalle en las comisiones (las más frecuentes suelen ser las comisiones de apertura o las de cancelación anticipada) y revisar con detenimiento la letra pequeña para comprender en profundidad todos los conceptos y las cláusulas relativas al préstamo.

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Pensar en el largo plazo

Endeudarse es algo que siempre conlleva un riesgo para la persona que solicita financiación, ya que nadie está exento de sufrir algún percance inesperado a lo largo de su vida, como una enfermedad grave, la pérdida del empleo o tener un accidente que le ocasione una discapacidad. Aunque este tipo de avatares no se pueden prever, sí que hay que ser precavidos y tener presente que pedir un préstamo no es algo que deba tomarse a la ligera, por lo que antes de decidirse hay que preguntarse si merece la pena solicitar un capital por adelantado (y no esperar y ahorrar), si se podrá soportar la deuda y el pago de una cuota mensual que afectará a los ahorros que se generen, y, sobre todo, qué cantidad se puede asumir para no provocar el estrangulamiento de la economía familiar.

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