En el monedero se tiende a guardar muchas cosas, pero normalmente hay unos imprescindibles: el Documento Nacional de Identidad (DNI) y la tarjeta sanitaria. Entre ellos, también es muy posible que se encuentre una tarjeta de crédito o de débito. Estas, hoy en día, son muy comunes entre la población, pero lo cierto es que apenas llevan un centenar de años en uso. En concreto, aparecieron en 1914 en Estados Unidos, aunque hasta la década de los 40 no se implementó como algo habitual. Más recientemente, entre 2016 y 2019, el uso de las tarjetas para realizar pagos se incrementó en todos los países de la zona euro, según datos publicados por el Banco Central Europeo (BCE). Aunque si ha habido un año que ha marcado un antes y después en su uso este es, sin duda, 2020, ya que la pandemia del coronavirus ha impulsado este método de pago en detrimento del efectivo.
Aunque, para terminar de comprender este cambio de preferencia de los consumidores al efectuar sus pagos, hay que destacar el contactless, una tecnología que permite el pago a distancia, es decir, no requiere introducir la tarjeta en un datáfono o terminal punto de venta (TPV), sino que es suficiente con situarla encima. Esto supone una mayor comodidad, incluso es posible realizar pagos con el teléfono móvil o con un reloj inteligente y, por eso, este tipo de pago representó en 2019 el 38% de todos los realizados con tarjeta en la eurozona. España es el cuarto país donde más pagos mediante contactless se realizaron. En concreto, el 66% del total de las transacciones fueron de esta manera.
En esta línea, la tarjeta se consolida como el método más utilizado para comprar online, con un total de 6.000 millones de pagos por un valor de 396.000 millones de euros. A continuación, se encuentran otras soluciones de pago electrónico, como PayPal o SOFORT, con 3.000 millones de pagos, y otros 1.000 millones mediante transferencias de crédito. Además, otros instrumentos como el débito, los cheques bancarios, las tarjetas regalo, etc., representan 2.000 millones. Sin embargo, hay diferencias relevantes en función de cada país. En España las tarjetas representan el 59% de todos los pagos por internet. También suponen más de la mitad en otros países como Irlanda, Luxemburgo, Grecia, Malta, Eslovaquia, Italia y Letonia. Por su parte, las soluciones de pago electrónico solo se imponen en Chipre (47%) y en Portugal (46%), siendo de un 31% en España, y la proporción de transferencias de crédito en los pagos en línea fue notablemente elevada en los Países Bajos (64%).
El consumidor tiene varias opciones a la hora de pagar las facturas y otros gastos recurrentes. A nivel europeo, la domiciliación bancaria se impone como la más escogida, en el 41% de los casos; seguida de las transferencias de crédito, en un 20%; de las tarjetas, en un 18%; y del efectivo, en un 11%. Sin duda, España confirma esta tendencia, ya que, con un 65%, es el país con mayor porcentaje de pago mediante domiciliación. Por otra parte, el 13% se realiza mediante tarjetas, el 11%, en efectivo y el 8%, a través de transferencias.
España reduce el pago en efectivo por la COVID-19
A pesar de estos avances en las formas de pago, las monedas y los billetes siguen siendo los grandes protagonistas. En 2019, el efectivo fue el método escogido para el 83% de las transacciones en puntos de venta en España, lo que supone estar 10 puntos por encima de la media europea. Sin embargo, en el caso de las tarjetas de crédito se da la situación inversa, ya que se da en el 15% de las transacciones, frente al 24% de la eurozona. Estos datos sitúan a España como el segundo país, junto con Chipre, de la zona euro donde más se utiliza el efectivo para realizar los pagos, solo por detrás de Malta, con un 88%.
A todos los encuestados por el BCE se les preguntó por el último pago realizado, siendo el efectivo el método utilizado en el 38% de las operaciones en supermercados, para el 57% de compras realizadas en pequeñas tiendas y para el 63% de las producidas en bares o restaurantes. Además, el 84% de ellos afirmó que el establecimiento también permitía otros instrumentos de pago. Por su parte, un 9% de aquellos que pagaron con tarjetas aseguró que no se aceptaba efectivo.
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¿Cómo ha influido la pandemia?
La crisis sanitaria de la COVID-19 ha cambiado muchos hábitos y costumbres. Uno de ellos ha sido la forma de realizar los pagos. El miedo al contagio ha provocado que en algunos establecimientos se hayan limitado las opciones, rechazando el efectivo como medida para evitar la expansión del virus. El 8% de los encuestados declaró que no había pagado con dinero desde que comenzó la pandemia y, entre aquellos que sí que lo han hecho, un 35% experimentó alguna situación en la que no se aceptaba ese método de pago.
En España, Irlanda y Bélgica la situación es similar, ya que más de la mitad afirma que está pagando menos con dinero en efectivo que antes de la crisis sanitaria. La razón principal por la que ocurre esto es que los pagos electrónicos se han vuelto más convenientes, tal y como señala el 45% de los casos. La segunda razón, que señaló el 38% de los encuestados, es el miedo a contagiarse a través de monedas y billetes. En concreto, esta percepción es especialmente elevada en España y Portugal, ya que más de la mitad de los participantes señaló dicha opción. En tercer lugar, el 35%, dijo que siguió la recomendación del gobierno de pagar menos con dinero en efectivo. De nuevo, en estos dos países fue donde la población se mostró más preocupada.
Aunque todavía haya disparidad entre los hábitos de pago en función del país, cada vez se avanza y se promueve más la innovación en materia de pagos digitales y en “soluciones de mercado competitivas, innovadoras y robustas de ámbito paneuropeo”, apunta el BCE. Un ejemplo de ello es el euro digital que está estudiando lanzar la propia entidad.