La educación y la formación continua son dos materias clave en un ecosistema laboral en permanente cambio. Ello requiere que las personas identifiquen de manera regular mecanismos para mejorar sus habilidades o para adquirir otras nuevas, debido a la influencia de las nuevas tecnologías, a la competitividad global y a los recientes mecanismos relacionales entre los diferentes sujetos que forman parte de una cadena de valor. Esta incierta realidad obliga a los profesionales a integrar de manera eficaz roles y capacidades distintos para optar a un desempeño más eficiente de su trabajo. Tanto es así que, por ejemplo, recientemente, en un evento organizado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), el presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de Universidades, Antonio Abril, reclamaba que la “asignatura pendiente de España es la formación y la educación”, ya que “no somos suficientemente conscientes de que el talento de las personas es el verdadero motor del desarrollo económico y social y, por tanto, la garantía de nuestro bienestar social”.
Sin embargo, esa necesidad por parte del tejido productivo de incrementar las habilidades de los trabajadores, con frecuencia se ve afectada por las complicaciones en la gestión del día, que condicionan sobremanera la disponibilidad de tiempo, al menos para cumplir, como se afirma en la ‘Agenda de Educación Mundial’, elaborada desde la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), con las tres características con las que deben contar una formación para tener éxito entre los profesionales: aportar nuevos conocimientos, dotar de herramientas inéditas e inspirar. Es decir, en la línea de lo que ya hace casi un siglo, el científico Albert Einstein concretó en una de sus frases más conocidas: “La mente es como un paracaídas que solo funciona si se abre”.
Puede interesarte: La tecnología en la educación, ¿cómo influye en el aprendizaje?
El cambio se acelera
El Foro Económico Mundial (FEM) ha publicado, como consecuencia de la reciente pandemia global por el coronavirus, un informe titulado ‘Preparing for the future of work’, en el que alerta de una emergencia mundial que está tomando velocidad debido a la vorágine de cambios que se está produciendo en muchas industrias, por la introducción, la implementación y el uso de las nuevas tecnologías para poder continuar con sus actividades y no verse afectadas en exceso por las medidas de protección y seguridad sanitaria de cara a evitar la propagación del virus. Según este documento, si bien antes de la crisis sanitaria ya se había iniciado este proceso de aceleración en la introducción de nuevas habilidades profesionales, han sido el teletrabajo, los modelos operativos internos basados en la virtualización de las actividades, o la propia adaptación a las preferencias inéditas de los consumidores los que han duplicado la velocidad en la adopción de sistemas que propician la formación en competencias digitales para gestionar con éxito las demandas cambiantes de las empresas y las industrias. No obstante, no siempre la tecnología es mejor, sino que es imprescindible la innovación y el aprendizaje humano. Tal y como explica el director general de ESADE, Koldo Echebarria en el Podcast de Banco Sabadell, “cuando hablamos de innovación, no solo hablamos de tecnología, ya que existen innovaciones que tienen que ver con aprovechar cambios de comportamiento en los seres humanos”.
En este contexto, un estudio elaborado por McKinsey, ‘The most fundamental skill: Intentional learning and the career advantage’, afirma que, tanto la mentalidad como la propia capacidad de aprendizaje son, en la actual sociedad en transición hacia un novedoso paradigma profesional, habilidades que se convierten en factores diferenciales entre los trabajadores. Y más teniendo en cuenta que aquellos que pueden crecer en sus competencias de un modo más rápido son capaces de capitalizar mejor las oportunidades que surjan en el futuro, por ejemplo, en puestos inéditos dentro de una compañía que resultarán claves y para los que, todavía, no hay oferta suficiente en el mercado.
Puede interesarte: Captar talento digital: solo una de cada seis ofertas de trabajo encuentra el perfil capacitado
La importancia de la intencionalidad
Este mismo documento señala la paradoja que se da en el mundo actual: gran parte del nuevo conocimiento competencial llega al profesional a través de las experiencias e interacciones que mantiene con otros trabajadores, por lo que es muy importante que cada reunión, acto o evento al que acuda lo haga con la mentalidad de adquirir información para desarrollarse y crecer. Sin embargo, la sobreexposición actual a los medios telemáticos, como consecuencia de la necesidad prioritaria de proteger la salud, le obliga a tener que llevar a cabo esa estrategia de proactividad y entrega en la distancia, por lo que, si cabe, debe concentrarse en ‘exprimir’ hasta el más mínimo detalle de cada conversación que tenga o de cada contacto que establezca con terceros.
Para lograrlo, el reto está en adoptar dos mentalidades críticas, como son la de querer crecer personal y profesionalmente por encima de cualquier otra cosa, y la de tener una curiosidad permanente, estando siempre abierto para ‘dejarse impregnar’ por nuevas ideas, de modo que se fomente la compartición de pensamientos y estrategias bajo un prisma de constante creatividad. Según el informe de McKinsey, la curiosidad es el germen catalizador de la inspiración, alimentando un círculo virtuoso que, más adelante, incita al auto aprendizaje. Y, lo que es si cabe más relevante, la curiosidad no disminuye con la edad, sino que con quien está íntimamente imbricada es con la motivación.
Fomentar la curiosidad implica, además de una actitud personal, poner en práctica algunas estrategias al alcance de todos, como enfrentarse a los posibles miedos que puedan surgir, buscar siempre experiencias e ideas novedosas y concentrarse en lo que más satisface a cada individuo, hallando conexiones con lo que le rodea, de modo que pueda sentirse en cualquier momento lo más cómodo posible.
Puede interesarte: Qué puede aportar el talento senior en la gestión de crisis
La práctica como aliada
Además de la mentalidad, el otro skill que impulsa el auto aprendizaje intencional es el de la práctica constante, que permita, siguiendo el viejo axioma del ‘ensayo y error’, aprender y modular la energía que rodea a cualquier persona. Esta práctica se puede articular en base a distintos comportamientos que se pueden poner en marcha para convertir al aprendizaje en un ancla básica en el desempeño profesional. Entre ellos, cabe destacar los de establecer metas de manera permanente, garantizar cada día un tiempo exclusivamente para el desarrollo y el perfeccionamiento del nuevo conocimiento, buscar activamente comentarios y recomendaciones de terceros que ayuden a calibrar si se están dando los pasos en la dirección correcta, realizar prácticas de manera deliberada para evaluar si se han incorporado las habilidades que se pretendían lograr y reflexionar con carácter periódico para evaluarse y determinar si el progreso, en relación al esfuerzo realizado, ha sido el correcto.
Los principales problemas para el auto aprendizaje intencional son, en la actualidad, dos: por un lado, la sobrecarga de trabajo y de responsabilidad, que satura la agenda de los profesionales y los desgasta en el largo plazo. Por otro lado, se encuentra el ruido permanente que todos los individuos reciben en la sociedad de hoy, a través de los medios de comunicación, de los distintos canales que permiten el acceso a Internet o de todos aquellos que, en general, colman la vida personal y profesional de cualquier persona. Si estos no se gestionan del modo adecuado, pueden anular uno de los elementos fundamentales para adquirir nuevos conocimientos: el tiempo de reflexión suficiente para asimilar lo aprendido y pensar el modo de implementarlo en el día a día.