Quien tenga un bebé bien sabe lo que se gasta al mes comprando ropa. Y, como los niños crecen rápido, las prendas caen en desuso al poco tiempo. Vigga, una empresa danesa, diseña ropa orgánica y reutilizable a la que pueden acceder las familias pagando una cuota mensual de apenas 50 euros. Cada mes, los padres reciben unas 20 piezas de ropa que deberán devolver para que, tras un control de calidad e higiene, sean aprovechadas por otras familias. Luego, esas prendas pasan a reciclarse. La tendencia de no tirar nada e intentar aprovecharlo sienta las bases de por donde pasa el presente y el futuro de un nuevo modelo de consumo: la economía circular.
La clave está en primar el aprovechamiento, teniendo en el horizonte el favor al medioambiente, y una conciencia ecologista, que recuerda que el planeta no puede seguir un ritmo de abastecimiento tan exagerado. Según la Fundación para la Economía Circular, este nuevo sistema económico y social tiene como prioridad “la producción de bienes y servicios al tiempo que reduce el consumo y el desperdicio de materias primas, aguas y fuentes de energía”. Un reto, para los expertos, más que necesario.
Alargar la vida útil de las cosas
Este cambio de paradigma permite extender la vida útil de los productos y darles una segunda (o tercera) oportunidad porque los recursos naturales se agotan. Para ello debe cumplirse el concepto de las 7Rs: reflexionar, rechazar, reducir, reutilizar, reciclar, redistribuir y reclamar. Esto supone dar con un nuevo modelo de sociedad más concienciada y de la industria que apueste por el ecodiseño con productos pensados para que puedan reciclarse o reutilizarse después.
La COVID-19 ha aleccionado a la población a la vez que ha creado nuevos hábitos sociales y de consumo. El confinamiento hizo que se aprovecharan todos los recursos que se tenían al alcance y se ejerciera una particular visión sobre la economía circular. Esto inspiró a la ciudadanía. Del mismo modo que también hizo la británica Ellen McArthur, que pensó en maximizar todo lo que podía serle útil y cuyas tesis han dado pie a esta rama de la economía muy unida a la sostenibilidad y a favorecer el ahorro.
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Consumidores más conscientes
La crisis sanitaria ha hecho que, además de dar prioridad a la salud, también se le dé a la sostenibilidad. Así lo muestran estudios como el que realizó Accenture el pasado mes de abril. Su encuesta, realizada a más de 3.000 consumidores de 15 países, reveló que los hábitos de consumo se han modificado primando el impacto medioambiental y el bienestar propio y colectivo. Javier Goikoetxea, fundador de la consultora BIKO, defiende el papel de los consumidores, cada vez más conscientes: “Tienen la clave para mejorar el estado del planeta”.
“Podemos reducir el consumo eliminando cosas superfluas y pagando lo justo”, explica Goikoetxea. Con este cambio de tendencia, algunas cifras respirarían. Cada español genera al año una media de 460 kilos de residuos urbanos, explican desde Ecoembes. Además, señalan las ciudades como la punta de lanza de un consumo exacerbado. A nivel europeo, los datos tampoco son mucho más optimistas: el Viejo Continente produce de media más de 2,5 toneladas de residuos al año.
Hacia un estilo de vida más sostenible
Desde casa se puede contribuir eligiendo productos duraderos o ajustando el gasto energético. “Hay que trabajar nuestra conciencia como ciudadanos y cambiar nuestro chip y empezar a repensar nuestros patrones de consumo”, explica Adriana Zacarías, una de las responsables de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Medio Ambiente. Para ella, se debe “repensar y, por ejemplo, cuando algo se estropea, antes de comprarlo de nuevo, plantearnos si podemos repararlo. Se trata de empezar a cambiar nuestros propios hábitos y movernos hacia estilos de vida más sostenibles”.
La agenda política es consciente del cambio de paradigma. En ese sentido, el Gobierno ha aprobado este año la Estrategia Española de Economía Circular, España Circular 2030, como base sobre la que impulsar la recuperación tras la pandemia. Los objetivos son, entre otros, reducir en un 30% el consumo nacional de materiales, mejorar un 10% la eficiencia en el uso del agua y recortar un 15% la generación de residuos respecto a 2010, lo que también ayudaría a controlar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las empresas, por su parte, aunque muchas siguen teniendo esta asignatura como pendiente, otras están poniendo de su parte para pasar a una economía circular sostenible. En 2019, la consultora Kaizen Institute destacó que el 30% de las organizaciones españolas está incorporando iniciativas sostenibles basadas en la utilización de materiales reciclados, uso de energías alternativas o diseño de productos más fácilmente reciclables. Se progresa, pero se requiere un impulso del que todos debemos ser partícipes para que la labor de empresas, como el ejemplo de la textil danesa de moda eco y reciclable y unos padres comprometidos, no sean la excepción.