La diversificación en una cartera es fundamental para optar a la rentabilidad en el largo plazo, pero, en momentos de crisis, es igual de importante contar con la flexibilidad y la agilidad suficientes para tomar decisiones de rebalanceo en las carteras de inversión.
Invertir en Bolsa es un proceso arduo, que requiere, para intentar tener éxito, del estudio de la información que existe sobre las empresas y en relación a las tendencias del mercado, así como conocer en qué consisten los análisis técnico y fundamental. Dentro del abanico de posibles inversiones, se encuentran los valores cíclicos y los defensivos. Los primeros se refieren a aquellos activos que se mueven en sintonía con la evolución de los mercados, es decir, que su cotización en Bolsa suele subir en épocas de crecimiento, pero, en momentos de crisis o de contracción, su comportamiento no suele ser bueno. Al estar tan ligados a la actividad económica, los resultados de las compañías de este tipo suelen ser un buen indicador del estado de un país, dado que pertenecen a sectores muy influenciados por la actividad, como, por ejemplo, el consumo, la producción industrial, la venta de automóviles, la banca, la industria turística o el segmento inmobiliario. De hecho, estadísticas como el consumo eléctrico, la compraventa de viviendas o la contratación de nuevas hipotecas son utilizadas, con frecuencia, para analizar la realidad económica de un país.
En un momento como el actual, en el que la pandemia del coronavirus ha limitado el funcionamiento de muchos sectores, las empresas pertenecientes a alguno de estos ámbitos es muy probable que hayan visto mermados de manera importantes sus resultados, lo que habrá afectado negativamente a su cotización en los mercados. Por el contrario, en las coyunturas en las que la economía se revitaliza, por ejemplo, tras el final de la anterior recesión global hace aproximadamente una década, es muy probable que subieran su valor en bolsa rápidamente.
Tal y como afirma Javier Rúa, experto del área de Dirección de Estrategia de Clientes de Banco Sabadell, por norma general, “las estrategias ganadoras pasan por incrementar el peso en activos cíclicos a principio de ciclo, ya que son los que tienen más potencial alcista, y aumentar el porcentaje de los defensivos hacia final del ciclo y en momento de recesión, porque son los que presentan históricamente unas pérdidas más contenidas o incluso beneficios”. Sin embargo, advierte, “esta discrecionalidad no se da por igual en todos los perfiles, ya que los más conservadores siempre tendrán más limitada la exposición a activos cíclicos, mientras que los más agresivos poseerán menos restricciones y más margen de movimiento”.
Valores defensivos: estabilidad en la cartera
En el extremo opuesto a los valores cíclicos se encuentran los valores defensivos, cuya característica principal es que su precio no se ve tan influenciado por el desarrollo de la economía. Por ejemplo, aunque aumente de manera relevante el desempleo y se limite el comercio, habrá ciertos productos y servicios que las familias seguirán demandando, como la alimentación, el agua o los medicamentos. Empresas de sectores como el sanitario, el de la higiene, el de la alimentación o el de las utilities (que incorporan servicios básicos como el suministro de agua o de electricidad), forman el grueso de los valores defensivos o anticíclicos.
En momentos de crisis, contar en una cartera con este tipo de valores aporta estabilidad y permite contrarrestar las posibles caídas que se produzcan en activos más ligados al ciclo económico. De ahí que una de las claves que recomiendan los especialistas financieros en cualquier estrategia de inversión es la de diversificar, es decir, aplicar el coloquial ‘no poner todos los huevos en la misma cesta’ para que, en el caso de que algunos valores sufran pérdidas se puedan compensar con otros menos expuestos a la coyuntura.
Riesgo y rentabilidad
La realidad actual en el mercado puede resultar abrumadora. Inmersos desde hace algunos meses en una alta volatilidad e incertidumbre, la consigna más lógica desde el punto de vista del inversor parece que debería ser la de la cautela, apostando por no tomar demasiados riesgos y aumentar la base de efectivo, por si surgen oportunidades interesantes en Bolsa, algo habitual en momentos de crisis económica. Sin embargo, el contexto global de tipos de interés cercanos a cero, cuando no en negativo, desincentiva la inversión en los activos más conservadores, como por ejemplo, la deuda pública alemana. Por ello, incluso los ahorradores con mayor aversión al riesgo, han tenido que llevar a cabo (o, al menos, se lo están planteando) rebalanceos en sus carteras para sacrificar la tranquilidad con el objetivo de lograr la ansiada rentabilidad. Para Javier Rúa, “este nuevo paradigma provocado por los tipos cero hace repensar nuestras estrategias más tradicionales y ser más innovadores, ya que un activo libre de riesgo ya no ofrece un retorno atractivo”.
El experto de Banco Sabadell recomienda, en el actual escenario, apostar por la inversión en activos como metales preciosos, que emergen como alternativa atractiva a la divisa al ser activos líquidos, limitados en oferta, y uno de los pocos activos refugios globales durante milenios; megatendencias, entre las que destacan las nuevas tecnologías, los cambios sociodemográficos y la protección del medioambiente; o basándose en criterios de sostenibilidad, ya que se trata de un tipo de inversión que suele recompensar a la larga más que la tradicional, dado que las empresas con buen perfil ESG —siglas de ‘environmental, social and governance’ en inglés— tienen planes de negocio y una cultura empresarial más enfocada al largo plazo. En particular, añade Rúa, el índice MSCI Europe ESG Leaders ha tenido un desempeño un 11% mejor que el de la bolsa europea en lo que va de año.
En un momento como el actual, también parece ser necesario contar con una flexibilidad y una agilidad suficientes para poder realizar cambios en el porfolio de inversiones según cómo vaya evolucionando la crisis sanitaria. Es evidente que, tras varias semanas de corrección en las Bolsas de todo el mundo, los activos cíclicos tienen un mayor potencial de crecimiento, pero, dado que existen aún muchos interrogantes por resolver en relación a la pandemia de la COVID-19, se debe contar con el contrapeso de los valores defensivos para amortiguar cualquier nueva sacudida que se produzca en los mercados.
Puede interesarte: El efecto de la segunda ola de la COVID-19 en la actividad comercial en España
Cuándo invertir en cada uno de ellos
El problema principal es que, en momentos de recesión, las acciones defensivas se revalorizan rápido y terminan por estar muy caras, por lo que hay que analizar en profundidad cada una de ellas antes de tomar la decisión final. Desde la óptica de los activos cíclicos, algunos de ellos cotizan muy baratos, pero hay que tener presente que, ante cualquier nuevo vaivén del mercado, es posible que el inversor se quede atrapado y no pueda deshacer su participación sin arriesgarse a perder gran parte de su dinero.
En cualquier caso, la inversión en los valores cíclicos no es conveniente plantearla como algo a largo plazo, dado que en su historial hay fluctuaciones continuas. Esto es así porque sus resultados empresariales pueden variar de manera notable de un ejercicio a otro (lo que, por ejemplo, también tiene su efecto en el comportamiento de sus dividendos). El objetivo con ellos es acercarse lo máximo posible a comprar en la parte baja del ciclo y vender en la parte alta, de ahí que hay que conocer muy bien a las empresas que hay detrás. Además, en este tipo de acciones, muchos inversores suelen establecer stop loss para evitar que, en el caso de desplome en su cotización, las pérdidas sean demasiado graves.
Javier Rúa afirma en este sentido que, para el inversor que tenga un perfil de riesgo que pueda asumir movimientos de mercado de más amplitud y que cuente con unos horizontes temporales mayores, existen dos tipos de estrategias. Por un lado, la inversión en nuevas tecnologías, que puede hacerse mediante inversión directa en índices sectoriales, o mediante inversiones temáticas. “Estas estrategias han ganado mucho potencial durante este año ya que los patrones del consumidor han cambiado de forma drástica”. Este especialista señala que, en 2020, “nos hemos visto obligados a adoptar el teletrabajo, las reuniones no presenciales, la educación o el entretenimiento online, así como los soportes tecnológicos que sustentan estas actividades. Esto ha relanzado los beneficios de las compañías que proporcionan estos servicios y los precios de sus acciones”.
Por otro lado, la segunda estrategia que destaca Javier Rúa es el mundo emergente y, en especial, China. En su opinión, mientras “Europa y Estados Unidos (EE.UU.) han tenido segundas y terceras olas de coronavirus, varios países asiáticos y, en particular, China han demostrado gestionar excelentemente la pandemia, consiguiendo que el primer gran brote fuese también el último”. Como consecuencia, sus industrias, comercios, oficinas y, en general, toda la actividad económica “han destacado por un mayor dinamismo respecto a occidente, hecho que ha ayudado al gigante asiático a consolidarse como líder económico mundial”. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), de todo el Producto Interior Bruto (PIB) mundial generado en 2020, China habrá creado el 19%, mientras que EE.UU. habrá generado el 16%. Durante la próxima década es muy posible que se vea una “guerra fría tecnológica” entre EE.UU. y China y esta última tiene mucho potencial de crecimiento.
Puede interesarte: Consecuencias del resultado electoral de EE.UU. para una cartera de inversión
En el caso de los valores defensivos, el reto, de acuerdo a Javier Rúa, está en invertir en calidad y en sectores y en empresas con una baja volatilidad, evitando pagar el sobreprecio que se suele producir en momentos convulsos en los mercados, como el que se vive en la actualidad. Sin embargo, afirma que, al estar afrontando los mercados “una etapa de reset de ciclo”, es el momento adecuado para que “el inversor pueda encontrar oportunidades de inversión más atractivas, por lo que es conveniente utilizar los remanentes de liquidez que puedan quedar para ir incrementando posiciones en la medida en que las necesidades y las capacidades del perfil inversor así lo permitan”.