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¿Cuál es el futuro de nuestros ahorros?

10/11/2020

En momentos de crisis, es lógico que las familias intenten ahorrar más o invertir su dinero en productos más conservadores. Sin embargo, la actual coyuntura de tipos cercanos a cero está obligando a tomar mayores riesgos en busca de rentabilidad.

El dramaturgo inglés Samuel Johnson solía decir que “alguien que gasta y ahorra dinero es la persona más feliz, porque disfruta por partida doble”. Sin embargo, la experiencia muestra que el comportamiento de la sociedad no es igual en relación a sus finanzas en cada momento del ciclo económico. De hecho, durante los periodos de recesión, los hogares tienden a reducir sus niveles de consumo y a privilegiar el ahorro, debido a que la incertidumbre sobre la duración de la crisis les empuja a preservar el capital para poder hacer frente a las posibles vicisitudes que estén por llegar. En el caso de los españoles, esta tónica se cumplió durante el segundo trimestre del año, que coincidió con el estado de alarma impuesto por la COVID-19, y en el que las familias situaron su tasa de ahorro en el 31,1%, el techo histórico desde que comenzó a computarse este dato por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 1999. Es más, supera por encima de los diez puntos el anterior registro, marcado en el segundo trimestre de 2009, que fue del 20,1%, y que, curiosamente, coincidió con la anterior recesión global.

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Esta comparación debe servir para hacerse una idea del impacto económico que está teniendo la crisis actual en muchos hogares. Y es que, no en vano, entre abril y junio, su renta disponible bruta cayó un 8,8%, hasta los 193.460 millones de euros, en tanto que su gasto en consumo se situó, incluso, por debajo, en los 133.222 millones de euros, lo que significa una contracción del 23,9%. Con estos datos, el ahorro final en ese trimestre por parte de las familias fue de 60.204 millones de euros, frente a los 36.856 millones de euros del segundo trimestre de 2019. “El temor a perder en épocas de crisis económica nos hace sobrerreaccionar y, con frecuencia, a perder la racionalidad”, indica Diego Valero, Presidente de Novaster, en el Podcast de Banco Sabadell.

 

Ahorro y coronavirus

Dando por hecho que el ahorro es la parte de los ingresos que no se destina al consumo y que se guarda para atender necesidades futuras, es evidente que se trata de un termómetro clave para medir la solidez financiera de las familias. Una gran parte de su evolución tiene que ver con la confianza que exista en los hogares sobre su economía personal y, también, en relación con la situación y la marcha del país, tanto a nivel político como económico. Si no tienen demasiada seguridad de que la crisis vaya a durar poco tiempo, intentarán ahorrar lo máximo posible para no ver amenazado su nivel de vida, aunque, si disponen de un colchón previo suficiente, quizá estén dispuestos a no rebajar tanto sus niveles de consumo.

Si en los años 2018 y 2019, de acuerdo a los datos del INE, la tasa de ahorro de los españoles se situó en mínimos históricos, tras el estallido de la crisis sanitaria actual comenzó a crecer, provocando un fenómeno que se conoce como ahorro precaución, un problema, por ejemplo, para incentivar una reactivación más dinámica de la economía, habida cuenta de que se producen menos transacciones comerciales y de que se posponen, para más adelante, decisiones de compra importantes en un hogar, como la adquisición de un coche. Y eso, a pesar de que, como advierte Diego Valero, “el cerebro provoca que veamos el ahorro como una pérdida”, pero es que, en momentos de ralentización, las familias prefieren privilegiar la protección de su patrimonio y de su liquidez antes que la inversión o el consumo.

El problema se produce cuando, a consecuencia de la caída en los ingresos, las familias deben empezar a utilizar esos ahorros que han generado y estos comienzan a agotarse, sobre todo, en aquellas que pertenecen a niveles socioeconómicos más débiles. En este tipo de casos, las opciones son complicadas, ya que, además de optar a posibles ayudas públicas, no les queda otra opción que reducir al máximo los gastos e intentar elevar los ingresos vía trabajo o a través de la venta de activos que formen parte de su patrimonio.

En qué ahorrar

Si el coronavirus ha servido, entre otros hitos, para disparar el ahorro, la duda es si, en un contexto en el que los tipos de interés se encuentran cercanos a cero, cuando no en negativo, se está provocando un trasvase de liquidez hacia la renta variable o hacia productos con un cierto margen de riesgo, pero, también, con mayores perspectivas de rentabilidad que la que ofrece, hoy, la renta fija. Y la realidad es que, según los resultados ofrecidos por la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco), en colaboración con el Banco de España, la respuesta es un contundente no. A cierre del mes de junio, los españoles contaban con 964.945 millones de euros en efectivo y depósitos, lo que representa en torno al 40,95% de los 2,36 billones de euros de los activos financieros de las familias.

Aunque los españoles están invirtiendo cada vez más sus ahorros, todavía lo hacen mayoritariamente en productos conservadores con escasa rentabilidad

Sin embargo, cabe destacar que, gracias tanto al incremento en el volumen de ahorro como al descenso en el consumo, también creció un 22,5%, durante el segundo trimestre, el volumen de operaciones financieras, de modo que las nuevas adquisiciones de activos financieros por parte de las familias alcanzaron en junio los 65.820 millones de euros. El perfil de estos movimientos volvió a tener un carácter conservador, puesto que cerca de 40.000 millones de euros se destinaron a contratar nuevos depósitos, seguidos por las adquisiciones netas de renta variable cotizada y de participaciones en instituciones de inversión colectiva, como fondos de inversión y sicavs. También creció el endeudamiento durante el segundo trimestre, que se situó en los 768.544 millones de euros.

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A pesar de estos resultados, la seguridad para el inversor que ofrecen productos como la deuda pública, los depósitos a plazo o las cuentas remuneradas no se ve acompañada por una rentabilidad demasiado atractiva. Por ejemplo, si en 2008 podían estar comercializándose depósitos que ofertaban rentabilidades de hasta un 5% al año, hoy, este tipo de productos apenas ofrece, de promedio, un tipo de interés que supere el 0%. En productos de deuda pública, como bonos o letras del tesoro, la situación es muy similar, habida cuenta del contexto general de tipos por parte de los principales bancos centrales.

Es decir, que los tipos más bajos hacen que resulte menos atractivo ahorrar y más interesante invertir en renta variable y en productos con algo de riesgo para intentar, al menos, batir el comportamiento de la inflación, pero el problema surge cuando, como sucede en la actualidad, la volatilidad en los mercados y la incertidumbre lleva ciertas dosis de miedo a los ahorradores.

El dilema de Keynes

Esta tendencia que se produce en España no es exclusiva. Tal y como afirma el informe ‘Capital Markets Union Key Performance Indicators’, elaborado por la Asociación de Mercados Financieros de Europa (AFME), los hogares europeos han aumentado significativamente su proporción de ahorro en forma de depósitos, hasta una tasa del 16% de su ingreso disponible en el primer trimestre de 2020, frente al 12% en 2019. Sin embargo, la mayoría de esos ahorros se invirtió en depósitos bancarios de bajo rendimiento, por lo que estos especialistas abogan porque desde las instituciones se implementen iniciativas para que las familias ahorren a través de instrumentos a largo plazo que brinden seguridad financiera para la jubilación, procurando superar la incertidumbre a corto plazo y las limitaciones de liquidez que existen como consecuencia de la pandemia.

En este sentido, cabe citar el dilema de Keynes para subrayar la importancia de que los ahorros de las familias vuelvan cuanto antes, y, en la medida de lo posible, a formar parte de su consumo para reactivar la economía. Afirmaba el conocido economista John Maynard Keynes que, cuando la tasa de ahorro aumenta de manera generalizada, es posible dedicar menos recursos al consumo, por lo que las empresas ven reducidos sus ingresos, el empleo y los salarios que pueden ofrecer al mercado, lo que, a su vez, vuelve a repercutir en las familias, que tendrán que tirar de sus ahorros para mantener su nivel de vida. En definitiva, según su opinión, el ahorro es esencial para dinamizar la recuperación económica tras una crisis, pero siempre que llegue a los mercados, se invierta en activos financieros y que estos se conviertan en capital que financie el tejido empresarial, de modo que inyecte liquidez en las compañías para que puedan mejorar su capacidad productiva.

Fotografía de Evie S. en Unsplash
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