Made in Spain’: producir en España, para vender en España. O lo que es lo mismo, recuperar los orígenes del comercio devolviendo la producción de las empresas al lugar donde se encuentra su matriz. Una tendencia reciente que lleva meses alterando los flujos internacionales y que implica deshacer un proceso previo de deslocalización de la producción a un punto alejado geográficamente de la sede central de la compañía, generalmente por un motivo de bajos costes. Pese a no ser nueva, sí es cierto que esta tendencia se ha visto acelerada por la crisis sanitaria de la Covid-19 y sus consecuencias directas sobre las cadenas de suministro.
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Prueba de ello es el aumento del porcentaje de empresarios y directivos que afirma tener intención de reducir la actividad internacional en los próximos meses. Este porcentaje ha pasado de representar solo el 4%, a principios de año, al 10%, en marzo de 2020. Son los datos que recoge el informe ‘La empresa española ante la Covid-19: Actualización de perspectivas de España 2020’ publicado por KPMG.
En este marco, el mismo informe destaca que hay que prestar especial atención a aspectos como “la continuidad de los procesos centrales del negocio en los diferentes escenarios potenciales, el control de la tesorería, el mantenimiento de la cadena de suministro o la gestión de recursos humanos”, según declara el presidente de KPMG en España, Hilario Albarracín, en el documento. Si nos centramos en la cadena de suministros, los datos de la intención de internacionalización de las compañías que recoge el estudio refuerzan el auge de la vuelta de la producción a los países de origen.
Un carácter proteccionista
Ahora son menos las firmas que miran fuera de sus fronteras no solo para vender, sino también para producir. Antes de la crisis, en cambio, el rescate del proceso productivo estaba lejos de ser masivo: 208 casos en la Unión Europea y únicamente nueve registrados en España, donde los que más destacaban eran Mango y la cooperativa de fabricación de bicicletas Orbea. Pero el contexto ha cambiado y todo apunta a que el número de casos se verá repuntado en los próximos meses. Porque si algo ha despertado este entorno provocado por la pandemia, tanto en el sector público como en el privado, es ese carácter proteccionista en los hábitos y en la toma de decisiones.
Hasta hace bien poco, China era la fábrica del mundo por excelencia, principalmente por su bajo coste de la mano de obra. Lo que creó una relación de dependencia del gigante asiático con el resto del mundo. Un hecho que ha quedado claramente plasmado en esta crisis: la evolución de los ISM, que publica el Instituto de Gestión de Suministros, muestra que más de la mitad de las empresas globales experimentan retrasos en los componentes básicos con origen en China.
Y eso se verá reflejado también en las ventas. El 59% de las empresas de la Unión Europea con presencia en China declaran haber registrado un impacto elevado de la Covid-19 y la mitad prevén una caída de sus ventas superior al 10% en el primer semestre de 2020. Son las conclusiones que revela una encuesta de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China y la Cámara Alemana de Comercio en China, realizada entre el 18 y 21 de febrero.
¿Es entonces un buen momento para la relocalización de la producción? Lo que está claro es que el contexto ha obligado a cerrar mercados y “ha dificultado el comercio exterior, la movilidad de mercancías y de documentos”, tal como confirma Joan Tristany, director general de Asociación de las Empresas Industriales Internacionalizadas (AMEC), en el Podcast de Banco Sabadell. Tanto es así, que este entorno VUCA en el que nos encontramos sumergidos (acrónimo en inglés de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) no es favorable a la internacionalización.
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Carlos Dalmau, Director de Soluciones Internacionales de Banco Sabadell, coincide con Tristany al subrayar la magnitud de un problema global: “Hasta ahora, las empresas estaban acostumbradas a tener que gestionar dificultades logísticas puntuales y localizadas geográficamente, por ejemplo, en zonas de conflictos bélicos. Sin embargo, la situación actual afecta a prácticamente todos los países del mundo, con rutas marítimas canceladas, puertos donde no se puede descargar y confinamientos de mercancías, entre muchas otras restricciones comerciales”.
La clave: la diversificación
Pero la pregunta es si este contexto de dificultad para las relaciones internacionales supone una oportunidad o, todo lo contrario, una amenaza. Una oportunidad para reimpulsar la industria española y reivindicar la marca ‘made in Spain’, o una amenaza de pérdida de mercado y competitividad. Si tenemos en cuenta que España solo representa 0,6% de la población mundial, la respuesta se inclinaría hacia la amenaza, pero la realidad es bien distinta.
Y es que la clave pasa por el punto medio: la diversificación. “La diversificación en cuanto a mercados pero también en cuanto a aprovisionamiento y de sectores de aplicación de los productos”, asegura Tristany en el Podcast. Solo desarrollando al máximo la flexibilidad en todos los sentidos, las empresas pueden llegar a ejercer un mayor control del riesgo en un ambiente VUCA que hoy más que nunca condiciona el mundo empresarial.
“Esta crisis ha puesto de manifiesto la importancia de la diversificación como cortafuegos esencial en épocas de crisis. Y no solo desde el punto de vista de los clientes, también de los sistemas de cadenas de producción y de sistemas productivos -añade Dalmau-, además de coger un nuevo ímpetu los créditos documentarios como herramienta de soporte para facilitar los nuevos proveedores internacionales entrantes”.
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