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Ahorro e Inversiones
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Cómo invertir según la edad: la regla del 120

27/10/2020

Adaptar las inversiones a cada momento de la vida es la premisa principal de esta estrategia, que contribuye a revisar periódicamente una cartera de inversión buscando poder alcanzar los objetivos vitales marcados a largo plazo.

El ahorro es la parte de los ingresos que tiene una persona y que no se destina para el consumo con vistas a utilizarlo para un determinado fin en el futuro: disponer de una reserva para cualquier imprevisto, adquirir bienes que exigirán un desembolso mayor que el dinero disponible (por ejemplo, comprar una casa) o garantizar una jubilación tranquila y sin sobresaltos. Ante el ahorro, existen dos tipos de estrategias posibles: una, de carácter sumamente conservador, en la que el dinero se guarda, como si de una hucha se tratara; y otra, que no implica, en absoluto, tomar un riesgo excesivo y que consiste en invertir parte o la totalidad de ese capital buscando incrementarlo gracias a la consecución de una rentabilidad.

Si se escoge la segunda posibilidad, es importante tener presente que conviene adaptar las inversiones que se realicen a la edad que tenga el ahorrador, ya que, de acuerdo a ella, se podrán tomar decisiones con mayor o menor riesgo, y que, por lo tanto, implican una potencial pérdida de capital (aunque, también, más expectativas de ganancia). Cuanto más joven se es, existe una cantidad de tiempo más elevada para corregir cualquier impacto negativo en una cartera y, además, se intenta cosechar una mayor rentabilidad de la renta variable, con el objetivo en mente de construir un patrimonio grande de cara al futuro. De esta manera, se podrán cumplir las metas vitales que se han fijado y, también, será posible reducir las necesidades de ahorro.

Estrategia y estructura

Nadie posee la receta mágica para lograr en el largo plazo un beneficio elevado por las inversiones que se realicen, aunque, gracias a la experiencia acumulada por otros ahorradores, es posible desarrollar ciertas estrategias y recomendaciones que aumentarán las probabilidades de éxito. De todos modos, es importante subrayar que, a pesar de todo lo que se ha estudiado y analizado, el comportamiento de los mercados y de los ciclos económicos es impredecible, como lo demuestra, sin ir más lejos, la reciente volatilidad e incertidumbre en la que se han sumido la mayoría de las Bolsas mundiales como consecuencia de la crisis global derivada de la pandemia del coronavirus.

Una de las posibles estrategias a poner en práctica es la de la regla del 120, cuya principal premisa es la de estructurar el ahorro de un inversor de acuerdo a su edad. Para lograrlo, se debe restar al número 120 la edad del ahorrador y, con ese resultado, se obtendrá la cantidad del capital en porcentaje que debe ser destinada a la renta variable, es decir, con la que se debe asumir un riesgo mayor. El resto del patrimonio, en principio, hay que colocarlo en productos de renta fija, con un cariz más conservador, pero, no obstante, con un cierto nivel de riesgo que hay que tener también presente.

Aunque es impredecible conocer el comportamiento de los mercados, sí que se pueden adaptar las inversiones a un mayor rango de riesgo según la edad

Un ahorrador de 30 años, por ejemplo, estaría en condiciones óptimas para invertir el 90% de su dinero en renta variable, dejando apenas el 10% restante para otros productos de menor riesgo. Mantenida esta cartera durante un periodo de tiempo elevado (de cinco a siete años), a pesar de las correcciones que puedan producirse de forma periódica en los mercados, es probable que obtenga un beneficio mayor que si hubiera optado por otras vías más conservadoras, como un depósito a plazo, una cuenta remunerada o por deuda pública. En el caso opuesto, un trabajador veterano de 60 años debería construir una cartera con un 60% en renta variable y el 40% en renta fija, teniendo la mente puesta en que tiene que procurar consolidar una base estable de patrimonio, con independencia de los vaivenes y las fluctuaciones que pueda haber en la Bolsa, para mantener su nivel de vida y su poder adquisitivo una vez decida finalizar su carrera profesional.

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De acuerdo a esta teoría, cuanta más edad tenga una persona, llevará a cabo inversiones menos arriesgadas, dado que estará más interesada en proteger su capital con vistas a su jubilación cercana, en tanto que, otra más joven podrá tomar decisiones más ambiciosas, habida cuenta de que gozará de más tiempo para recuperarse en el caso de que algunos de sus movimientos en renta variable no hayan salido según lo esperado.

Pros y contras

El principal hándicap de la regla del 120 es que, al no tener en cuenta la situación de los mercados ni el momento del ciclo económico, existe la amenaza de comenzar a implementarla en una coyuntura inmediatamente previa al inicio de un rally bajista, cuando existe una alta volatilidad en las cotizaciones o cuando existe una crisis en la que los valores se mantienen estables durante periodos largos de tiempo. En cualquiera de estas situaciones, un asesor profesional es probable que proponga un reequilibrio de la cartera, intentando obtener una rentabilidad mayor cambiando la diversificación del portfolio de productos, es decir, aplicando factores de corrección, algo que esta teoría no aplica.

En el extremo opuesto, la regla del 120 permite redistribuir periódicamente los productos financieros que se tienen. Por ejemplo, existen personas que contratan un plan de pensiones o un fondo de inversión y los mantienen sin apenas cambios durante muchos años. El rebalanceo que propone esta estrategia hace que, con carácter anual, haya que evaluar qué peso tiene cada inversión en una cartera y ajustarla para cumplir con el equilibrio entre renta fija y renta variable. De todos modos, siempre hay que tener presente que esta regla es más una estimación que un patrón estadístico, por lo que no hay que ser totalmente estricto siempre en el reparto de porcentajes si, con ello, se está renunciado a alguna potencial oportunidad de inversión que se considere relevante.

Esta estrategia es más una estimación que un patrón estadístico, por lo que no hay que ser totalmente estricto siempre en el reparto de porcentajes

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Otras reglas sencillas de inversión

Además de la regla del 120, existen otras estrategias que intentan, sobre todo, ayudar a aquellos ahorradores menos proclives a invertir a que se animen a hacerlo. Por ejemplo, la regla del 72 se basa en la premisa de cuánto tiempo necesita una persona para duplicar su capital inicial. Si se divide por 72 el tipo de interés de una inversión (expresado en porcentaje), el resultado que se obtendrá es el número de años en que el patrimonio se doblará. Sin embargo, el principal problema que tiene es que se da por hecho que todos los dividendos que se logran se vuelven otra vez a reinvertir, obviando las incidencias que se dan a lo largo de la vida de cualquier persona y que obligan a tener que utilizar los ahorros para hacerlas frente.

En esta línea, otra opción es la regla del 115, que sirve para conocer cuánto tiempo se tarda en triplicar una inversión. En realidad, se trata de hacer la misma operación que con la del 72, pero utilizando en su lugar el número 115. Tiene, por lo tanto, el mismo inconveniente que la anterior. Además, la regla del 70 promete dar a conocer cuánto tardará la inflación en reducir a la mitad una determinada cantidad de dinero. Para saberlo, basta con dividir el número 70 entre la tasa de inflación esperada. Este cálculo tiene gran utilidad en un contexto de elevada inflación, donde el dinero se deprecia muy rápido.

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Fotografía de Jorge Vasconez en Unsplash
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