Cada año los ciudadanos cruzan los dedos para que los nuevos precios no afecten demasiado a sus bolsillos. Este 2020, que en breve dirá adiós, no ha sido una excepción y arrancó con más subidas que bajadas. Los billetes de tren se encarecieron de media un 1,05%, las autopistas de peaje aumentaron un 0,84% y la parte fija del recibo de la luz no se modificó, aunque el nuevo sistema de precios cuyo valor variaba según la hora, el día de la semana y la ubicación geográfica, podía encarecer la factura. La lista siguió al alza.
Algunas compañías telefónicas ofrecían más servicios, pero con tarifas más elevadas; los sellos y los envíos de paquetes a destinos nacionales también aumentaron su precio y volvía a encarecerse el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) en más de mil municipios y capitales de provincia. Sin embargo, este año también se estrenó con algunas bajadas. El precio del gas natural se redujo una media del 4% y en el transporte aéreo las tasas aeroportuarias disminuyeron un 1,4% desde marzo. Pero el panorama se transformó radicalmente con la irrupción de la COVID-19.
Caída continuada del IPC
“Hoy, a la incertidumbre con respecto al futuro cabe añadirle cambios en el comportamiento, muchos de ellos impuestos por la pandemia”, afirma Juan José Pintado, profesor de Economía de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). “Se han anulado planes de viaje y el teletrabajo ha motivado menos desplazamientos, menos comidas fuera del hogar o un menor gasto en ocio. En muchos casos no se ha vuelto con normalidad a las rutinas anteriores, como la de ir al cine, a conciertos o a restaurantes”, enumera el economista.
Con todo, los precios no han sido ajenos a la nueva realidad. Según los últimos datos, el Índice de Precios de Consumo (IPC) prosiguió su caída durante el pasado octubre. Los bienes y los servicios bajaron un 0,9% en comparación con el mismo mes de 2019. “El IPC lleva siete meses en negativo desde que en abril se situó en el -0,7%. La caída interanual de octubre, del -0,9%, es el mayor retroceso de este año desde el sufrido en mayo, en pleno confinamiento. Para encontrar un descenso similar en el histórico hay que remontarse a mayo de 2016”, explica Pintado.
La cesta de la compra se encarece
Más en concreto, el comportamiento del IPC fue negativo en transportes, comunicaciones, vivienda, agua y otros suministros, ocio y cultura y en restaurantes y hoteles. Pero si algo subió fueron los alimentos: un 2,3% en su tasa anual. Su coste ya se disparó en abril, encareciéndose las frutas, las verduras, el pescado o la carne de cerdo. El estudio anual de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) señala que la cesta de la compra ha subido un 2,8%. El 64% de los productos que componen la cesta de la compra se ha encarecido. Los productos frescos son los que más suben. Dentro de la alimentación envasada los que menos se han encarecido son los productos de marca blanca.
La COVID-19 ha marcado ciertas pautas a la hora de planificar los gastos domésticos. “Lo que más ha disminuido son los gastos variables. Es decir, aquellos asociados a la conducta del momento. Se mantienen, lógicamente, los fijos, como la hipoteca o el alquiler, y ha habido otros que han aumentado como el consumo de electricidad, gas o Internet. Todos ellos están muy relacionados con la pandemia y el teletrabajo”, aclara el economista.
Puede interesarte: Los nuevos gastos hormiga, cómo controlarlos y conseguir ahorrar
No obstante, pese a la evolución negativa de los precios, el Gobierno confía en recuperar el IPC a lo largo del próximo año. “Espera que en 2021 se acabe con una subida del 0,9%”, afirma el profesor de la UDIMA. “Sin duda, esta es la referencia para la subida salarial de los funcionarios y de las pensiones contributivas, según recoge el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para el próximo ejercicio”, aclara Pintado. Aunque, para él, la previsión sobre las posibles subidas y bajadas de los precios para 2021 “está muy relacionada con la evolución de la demanda y ésta depende sobre todo de la pandemia”.
Viviendas más económicas, pero no tan accesibles
La disminución de la actividad económica ha hecho que la recaudación de impuestos se resienta. “Como es el caso de la caída del 18% del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), un impuesto que supone más de un tercio de los ingresos”, explica Pintado. Algo que se debe, en gran parte, al impacto de la pandemia en el turismo internacional y el comercio exterior, señala el experto. Además, el coronavirus está provocando que la vivienda baje su precio en España y en muchos otros países.
Puede interesarte: Por qué la pandemia puede ser una oportunidad para el mercado inmobiliario
Pero que los inmuebles sean más baratos no significa que acceder a ellos esté siendo más fácil. “La bajada de precios no compensará los menores ingresos de los hogares, también impactados por la crisis. De hecho, la concesión de préstamos se verá sometida a requisitos más estrictos, particularmente para autónomos o trabajadores con contratos temporales”, puntualiza Pintado.
Se dispara la tasa de ahorro por el futuro incierto
“El temor frente a la incertidumbre y el cambio de hábitos por los confinamientos, con muchas menos oportunidades de consumo por los cierres de negocios, ha hecho que en aquellas economías domésticas que sí cuentan con sus ingresos cada mes se haya incrementado el ahorro”, explica el profesor de la UDIMA. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de ahorro de los hogares se ha disparado alcanzando el 22,5% de los ingresos corrientes o renta disponible de las familias en el segundo trimestre. Un valor récord debido a la contención del gasto y a la decisión de posponer aquellos gastos que implican un gran desembolso, como cambiar de coche o de vivienda.
“Hasta el pasado septiembre, las familias tenían en depósitos a la vista 760.300 millones de euros. Se trata de una cifra sin precedentes”, añade Pintado. Aquellos trabajadores que mantienen su empleo y los que teletrabajan están ahorrando más, haciéndose un ‘colchón’ para un futuro incierto, pero el ahorro no es cosa de todos. “No hay que perder de vista a quienes han perdido su empleo o se han visto afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) con una pérdida de ingresos y que no pueden ahorrar, además de los que están en riesgo de pobreza”, comenta Pintado.
Lo esperado es que en la economía pos-Covid-19 el consumo se reactive. Aunque, para el economista, está por ver “si el ahorro unido a los cuantiosos ingresos del Fondo de Recuperación Europeo va a propiciar un mayor consumo y, por tanto, incrementar el Producto Interior Bruto (PIB) y el empleo”. Pintado no duda en señalar uno de los principales peligros: que la pandemia haya reforzado socialmente una “sensación de vulnerabilidad” que se haya interiorizado en el comportamiento de las economías domésticas. Y ya se sabe que las emociones también influyen en las decisiones financieras.
Puede interesarte: Cómo inciden las emociones en las decisiones económicas