A mediados de 1992, la clase política europea estaba en plena efervescencia. Con muchos temas, principalmente económicos, sobre la mesa, las tensiones entre Reino Unido y los dos grandes socios continentales, Francia y Alemania, parecían amenazar cualquier atisbo de ir un paso más en el deseo de crear un entorno de paz y prosperidad para el futuro. Helmut Kohl, que por entonces ya acumulaba una década como canciller del país teutón, proclamó una frase en la Universidad de Oxford (Inglaterra) que recogerían al día siguiente en portada la mayoría de los tabloides británicos: “Solo si Europa habla con una sola voz y pone en común sus fuerzas podrá hacerse valer como actor internacional”. Seis meses después, el Tratado de Maastricht, origen de la actual Unión Europea (UE), culminaba con la creación de un Mercado Único con las "cuatro libertades" de circulación: mercancías, servicios, personas y capitales.
Hoy, la presidenta alemana, Angela Merkel, podría pronunciar la misma oración y nadie dudaría de que es plenamente coherente con la realidad actual del continente, dividido por el proyecto de reconstrucción. Y, una vez más, Alemania jugará un papel clave para su desenlace. Y es que la historia teutona dentro del ‘sueño’ europeo es tan extensa como compleja. En 1951, fue, junto a Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, firmante del primigenio acuerdo de cooperación económica, pero no con su denominación actual, sino bajo la de República Federal de Alemania. De hecho, uno de los principales impulsores del pacto fue el primer canciller del país, Konrad Adenauer, considerado por muchos como el padre y precursor de la UE.
Desde el pasado 1 de julio, el país afronta por decimosegunda vez la presidencia del Consejo de la UE (la última fue durante el primer semestre de 2007), por lo que hasta finales de año se ocupará de presidir las reuniones del Consejo en cada ámbito político, ayudando a determinar los temas que se tratarán y facilitando el diálogo con las demás instituciones comunitarias. Cabe recordar que la presidencia se ocupa habitualmente de trabajar en estrecha colaboración con el máximo dirigente del Consejo Europeo (actualmente, cargo que ocupa el belga Charles Michel) y con el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (que es el español Josep Borrell), pudiendo, incluso, tener responsabilidad en cuestiones relativas a la política comercial común, algo nada desdeñable teniendo en cuenta la negociación posBrexit con Reino Unido y las presiones que se están recibiendo tanto desde China como desde EE.UU.
El fondo que divide a Europa
A pesar de otros temas de gran relevancia, la presidencia alemana va a estar marcada por la estrategia de recuperación frente a las consecuencias de la crisis sanitaria, en especial, por la aprobación definitiva del denominado fondo para la reconstrucción, que, en principio, contará con una dotación de 750.000 millones de euros, pero que goza de la resistencia en contra por parte de algunos países. Una división, que, como afirman diferentes expertos, entre ellos, la profesora Miriam Hartlapp, del Instituto de Ciencias Políticas Otto Suhr de la Universidad Libre de Berlín (Alemania), refleja muchas de las carencias que todavía existen para intentar una integración mayor. De hecho, el logo con el que se ha presentado la presidencia del país es ‘Juntos para volver a hacer fuerte a Europa’.
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El fondo, cuya idea inicial era que se financiara con títulos emitidos por la Comisión, tiene en el cuarteto formado por Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia, a los países más reacios, debido a que este vehículo no se limitará solo a otorgar crédito con bajos intereses, sino que, además, proporcionará ayudas no reembolsables a los países más afectados por la pandemia. En el caso particular de Alemania, su bajo nivel de deuda le permite afrontar la situación actual con cierta calma, pero otras economías, como la española o la italiana, parece que sufrirán un mayor shock en forma de caídas contundentes en sus PIB y crecimientos considerables en sus tasas de desempleo, mientras sus deudas respectivas, por encima en ambos casos del 100%, amenazan con condenarles a un futuro financiero mucho más incierto.
Entretanto, Ángela Merkel se reafirmó en su encuentro de hace unas semanas con su homólogo francés Emmanuel Macron, afirmando que este fondo no es simplemente un soporte económico para los que más se han visto afectados por la crisis sanitaria, sino que tiene un evidente contenido político, en el sentido de que un deterioro aún más grave de la actividad puede volver a llevar a algunos países al auge de los populismos y al deterioro de sus democracias, como ya ocurrió en la anterior recesión de hace aproximadamente una década, algo que, en su opinión, Europa no se puede volver a permitir en estos momentos.
El acuerdo comercial posBrexit
En su primer discurso en el Parlamento Europeo de la recién estrenada presidencia alemana, a comienzos de julio, Ángela Merkel definió los cinco desafíos que afrontará su país durante este semestre: “Los derechos fundamentales, la cohesión entre los Estados de la UE, la protección del clima, la digitalización y la responsabilidad de Europa en el mundo”. Además, recordó que, si bien el bloque afronta “su recesión más profunda desde la II Guerra Mundial”, también subrayó que hay otros temas urgentes sobre la mesa, como la posición acerca del conflicto entre Libia y Siria, pero, sobre todo, las negociaciones posteriores al Brexit.
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Tras la ratificación definitiva del divorcio a finales de enero, ahora se están desarrollando las conversaciones para definir la nueva relación comercial de la UE con Reino Unido, con el ultimátum isleño, expresado varias veces por el Primer Ministro Boris Johnson este último año, de no prolongar las negociaciones más allá del 31 de diciembre. En caso de no alcanzar una posición común se entraría en el peor escenario de todo, el del ‘no deal’, que, en la práctica significaría que deberían de aplicarse las normas de la Organización Mundial del Comercio, con aranceles elevados y controles aduaneros, lo que supondría para ambas partes un golpe económico importante que unir a las ya notables consecuencias de la pandemia.
Independencia estratégica
El propio Josep Borrell aseguró hace algunas semanas que no cabe esperar grandes cambios durante la presidencia de Alemania, ya que lo que toca ahora es fortalecer y acelerar la recuperación. En cualquier caso, remarcó que, además del proceso de reconstrucción, la principal tarea a lo largo de los próximos meses será la de defender la soberanía europea y la independencia estratégica de la UE, en especial en el plano comercial, habida cuenta de que el conflicto arancelario entre EE.UU. y China permanece abierto, lo que, a su juicio, puede suponer una muy buena oportunidad para que el continente vuelva a coger más peso en la diplomacia internacional y, además, se reduzca la dependencia histórica en cuanto a importaciones tanto con Washington como con Pekín.