Muchas personas viven con un problema del que ni siquiera son conscientes: no ahorran. El problema en realidad no es que sean capaces de ahorrar o no. El problema es que ahorrar es un objetivo que ni siquiera se llegan a plantear. Y ese es el principio del drama
No disponer de ahorro termina saliendo muy caro. Sin ahorro perdemos capacidad de negociación frente a nuestro jefe o clientes. Sin ahorro vivimos con la permanente angustia de estar a unas pocas semanas -o días- de la bancarrota. Sin ahorro es muy posible que se tenga que pedir dinero prestado, no para construir riqueza o educarse -que son las únicas razones que deberían justificar pedir un préstamo-, sino para pagar los gastos corrientes, y el consecuente pago de intereses termina por empobrecer más a la persona.
Ser capaces de ahorrar es la habilidad mínima para empezar a plantearse otros objetivos económicos más ambiciosos o para, simplemente, poder disfrutar mejor de la vida.
Educación y ahorro
En el futuro, si todo va como esperamos, los niños aprenderán educación financiera en las escuelas porque una persona que no sabe manejar su dinero es una persona que posiblemente no sepa liderar su vida.
Si una persona no es capaz de ahorrar una cantidad mínima que podemos estimar en alrededor del 10% de sus ingresos está, inevitablemente, abocado a sufrir problemas económicos en el futuro.
El ahorro es el requisito mínimo de entrada para empezar a jugar en una liga financiera donde el dinero no es un problema. Ahorrar es sólo el principio, pero sin este punto de partida es imposible ni siquiera plantearse llegar más lejos económicamente.
Tal y como comentamos en nuestra conversación la neurocientífica Marta Romo y yo, la capacidad de empezar a ahorrar nos indica también que tenemos autocontrol, nos permite obtener una gratificación postergada y habla de una capacidad de planificación, entre otras habilidades básicas y necesarias para conseguir resultados positivos en cualquier aspecto de la vida, incluida la del dinero.
El hábito de ahorrar
Los españoles suspendemos en materia de ahorro. Es un hecho. Pero hablemos claro: la mayoría de las personas no ahorran no porque no tengan dinero sino porque no han cultivado este hábito.
Ahorrar no depende de la cantidad que una persona ingresa. Es falso que la razón de no ahorrar sea que una persona gana poco dinero. Cualquier presupuesto puede ajustarse un cinco o un diez por ciento y dedicar esa cantidad al ahorro.
La experiencia demuestra que quien no tiene el hábito en lo pequeño tampoco lo tendrá en lo grande. Y, por eso, quien no tiene el hábito del ahorro cuando su capacidad de ingresos es pequeña difícilmente lo tendrá en el momento en que consiga generar más dinero. Por el contrario, quien es inteligente en lo pequeño será inteligente en lo grande.
Sea cual sea la circunstancia de cada persona, creo que todos deberíamos hacernos el favor de empezar a ahorrar ahora mismo porque es una condición necesaria para que podamos invertir en nosotros, en algún activo o, como mínimo, para estar lo suficientemente tranquilos como para empezar a pensar en cómo mejorar nuestra situación en lugar de pensar en cómo vamos a llegar a fin de mes. Descubre cómo ahorra la gente como tú con esta calculadora.
¿Y por dónde empiezo a ahorrar?
Lo primero es controlar nuestros gastos. Y para ello debemos contarnos la verdad a nosotros mismos. La verdad protege a quien la practica, también en lo económico. ¿Y cómo nos contamos verdad? Con una herramienta sencillísima que se llama control de ingresos y gastos. Con un control exhaustivo de ingresos y gastos mensual descubriremos rápidamente en qué estamos gastando dinero, algo que parece ser un misterio para muchas personas.
Gastar menos de lo que se gana es un acto mínimo de responsabilidad con nosotros mismos, con nuestras familias y con la sociedad. Pero si tienes ganas de mejorar los resultados económicos que obtienes, la propuesta es no gastar más de un 50% de lo que ingresamos en los gastos del día a día.
Idealmente el 100% de nuestros ingresos deberían repartirse de la siguiente manera: un 10% para educación o formación; un 10% para inversión; un 10% para lujos; un 10% para ahorrar y un 10% para donación. El resto (efectivamente, el 50%) es la cantidad de dinero que podemos gastar para esto que llamamos ‘vivir’: vivienda, alimentación, suministros, ropa, etc.
El diezmo educativo
Los problemas de dinero no se solucionan con dinero: los problemas de dinero se solucionan con ideas nuevas. Por esa razón, ese 10% de tu presupuesto que te aconsejo que destines a educación o formación es lo que llamo el diezmo educativo. Cuanto más complicada sea la situación económica de una persona, más importancia tiene este diezmo educativo en su vida. Porque lo que realmente cambiará sus resultados económicos será empezar a hacer las cosas de otra forma, y para ello se necesita primero pensar de una manera diferente.
Y esto es algo que se consigue principalmente gracias a la educación: una educación humanista que ayude a tener una mirada global del mundo y una educación práctica que facilite un conocimiento aplicable para empezar a generar resultados en la salud, las relaciones y la vida profesional y, como consecuencia de todo lo anterior, en la economía.
¿Cuánto ahorro?
La clave en el ahorro está en conseguir el equilibrio. Ésta es una palabra importante cuando tratamos el dinero. Si ahorras demasiado te conviertes en un avaro que solo piensa en guardar para el futuro. Si no ahorras nada, te conviertes en un derrochador que sólo piensa en el presente.
La cantidad adecuada para cada persona puede variar en función de muchas circunstancias, pero de forma orientativa podríamos decir que un 10% de los ingresos es una cantidad recomendable mínima.
Saca la calculadora y comprueba por ti mismo lo siguiente: una persona que con un sueldo medio en España (2.000 €/mes) ahorre el 10% de sus ingresos durante 30 años y los invierta al 7% (la rentabilidad aproximada media de la bolsa en España en los últimos años) con interés compuesto (reinvirtiendo lo ganado), podría jubilarse por sus propios medios.
Esto es un escenario pesimista donde esta persona decide no aprender nada adicional sobre dinero para mejorar esa rentabilidad, donde confía simplemente en el crecimiento natural de la Bolsa, y donde no aumenta sus ingresos con los años.
Ahora imagínate lo que podría pasar si además aprendiera algo para superar esa cifra del 7%. Esto es lo que podría suceder si decides hacer algo tan sencillo como ahorrar tan sólo el 10% y nada más.